miércoles, 27 de noviembre de 2013

Digamos que hablo de la clase media


Iba a comenzar diciendo “no sé por qué recuerdo en estos días”, pero la verdad es que sé muy bien por qué recuerdo, pero no queda educado apuntar con el dedo. Así que, digamos que hablo de la clase media.
Recuerdo, entonces, “La niña rosa”, uno de los relatos de “Falsificaciones”, de Marco Denevi.
Podría comenzar diciendo, Había una vez, una niña siempre de rosa, en un palacio de color rosa…
“…Todas las tardes la niña se asoma al paisaje de los gobelinos y los cuadros de un célebre pintor inglés. Sus escarpines de seda apenas se posan sobre el musgo de las alfombras, como en vajilla de porcelana y con cubiertos de plata y dice al pasar: Por favor, por favor, no os incomodéis, y con un ademán dibuja en el aire el cuello de un cisne. Oye música clásica suave y recita en francés la fábula de La cigarra y la hormiga. La niña rosa es toda rosa y huele a rosas. No tiene rodillas ni codos, porque las rodillas siempre son feas y los codos se parecen al trasero de las gallinas. Una vez al día, se encamina hacia cierto lugar recogido y pequeño del palacio, pero existe la prohibición absoluta de preguntar qué lugar es ese: cuando va a ese lugar todos los relojes se detienen y no vuelven a funcionar sino cuando la niña rosa reaparece.
Una vez, sin embargo, la niña rosa dejó su palacio y salió al mundo. Vio los paisajes de sal y de arenas y el barro donde chapoteaban los cerdos. Vio la boñiga de las bestias, oyó juramentos y blasfemias y la música canallesca que exhalan los prostíbulos. Vio rostros de usureros, de ladrones, de rameras. Un marinero borracho quiso besarla y la besó. Un ciego le tendió la mano llagada. A través de las ventanas sin visillos presenció las riñas de los enamorados, el velatorio de un recién nacido, el parto de una mujer que gritaba entre sangre y agua y el asesinato de un viejo a manos de su sobrino seminarista. Perros sarnosos y gatos lúbricos le mordieron las piernas. Pero la niña rosa no murió. Después de verlo todo y escucharlo todo, la niña rosa llegó a palacio, y allí se bañó y se perfumó, y luego se sentó a la mesa y comió en vajilla de porcelana, con cubiertos de plata, y dijo: Por favor, por favor, no os incomodéis. Y es así como los viajeros la ven siempre”.

Hoy, muchas niñas y niños rosas, atacados por las crisis y la pobreza, aseguran que nunca se olvidarán de esta experiencia que les ha cambiado la vida, haciendo añicos sus seguridades color rosa. Pero… estoy seguro de que, pasada la ola, se bañarán, se perfumarán, y harán un bonito agujero de olvido en el tiempo de la memoria.

Es cierto, para eso no es necesario ser una niña rosa, se puede ser de otro color, por ejemplo roja.


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