viernes, 13 de diciembre de 2013

Aguirre, que no era tan loco

“En cuanto al trono, ¿qué tenía un rey para sentarse en un trono? Un trasero. Era todo lo que hacía falta”. Lope de Aguirre, según su profeta.


Con mis mejores deseos de bienaventuranza, paz y felicidad para mis amigos españoles, les adelanto mi regalo de Navidad, que, para que se cumpla, necesita ser rezado cada mañana, antes del desayuno y, preferiblemente, sin resaca.
Pertenece a San Lope de Aguirre, un vasco a quién llamaban el Loco, por pura envidia, tal vez, de los que no eran vascos.
Su profeta en la Tierra, Ramón J. Sender, escritor de gran mérito, pero que poco más necesitaría luego de escribir La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, transcribe este rezo como una arenga a sus Marañones, de esta suerte damas y caballeros:


Reniego de los servicios hechos al rey de Castilla por mis padres y mis abuelos.
Reniego de los servicios que hice antes de salir de España al infame rey de Castilla.
Reniego por tercera vez contra los servicios que de obra hice en el camino de Indias y en las Indias mismas al rey follón de Castilla don Felipe II.
Reniego con mi fe y mi honra y mi vida y a costa de lo que sea de la servidumbre que a mí y a otros ha impuesto el rey don Felipe II, que no lo es ya mío ni lo será de vuesas mercedes si siguen mi buen consejo.
Reniego del príncipe de Asturias, y de su padre Felipe II, de su esposa la reina y de todos sus hijos e hijas que pudieran haber y llegaran un día a llevar en la cabeza la corona de Castilla.
Reniego de mi naturaleza de súbdito del imperio de Felipe II.
Reniego de mi nombre de español y me halago con llamarme marañón y peruano y todo para mejor descartarme de la servidumbre al rey malsín Felipe II.
Reniego de un rey y de unos ministros que en el nombre de Dios hacen el servicio de Satanás en España y en las Indias.
Reniego de Felipe II por injusto, mal aconsejado, criminal y ladrón.
Reniego de Felipe II por todas las cosas antedichas y otras muchas que cada uno de vuesas mercedes piensa y con las cuales convengo, ya que a todos nos hizo oferta e injusticia en hacienda y en consideración y en retribuirnos mal por bien.
Reniego de la monarquía castellana para hoy y mañana y para siempre y conmigo reniegan los hijos que pueda haber y los que he habido.
Reniego del rey incapaz y cobarde que vive entre engaños mientras nosotros perdemos la vida y el decoro en estas tierras ignoradas por él.
Y así pues digo y os pido a vuestras mercedes que digan conmigo: ¡Muera el rey felón!

Recomendamos leer esta versión en voz alta y guardando para el secreto previsor los nombres que enmascara, porque siempre hay alguien con alma de vasallo que delatará al orante; con lo que podrán librarse de la cárcel o hasta el cepo con cierta facilidad.
Y si el orante tiene prisa, puede rezar, siempre en voz alta, la versión abreviada que Ramón J. Sender, profeta de Lope de Aguirre en estos atribulados tiempos, recuerda como una última arenga a sus marañones:
¡Mueran la reina, los padres del rey y de la reina, los que se tocan con corona en el alcázar de Castilla!
¡Muera el príncipe de Asturias! Mueran todos sus descendientes, de los cuales nos descastamos para siempre y sin remedio ni esperanza de perdón.
*

“Los otros se daban cuenta de que algo fatídico y sombrío dominaba en la voluntad de Lope, pero no sabían qué. Ya no lo llamaban Aguirre el loco, porque veían que no era razón lo que le faltaba, sino todo lo demás. Le faltaba todo el mundo menos la razón. Y él quería apoderarse, con su razón, de todo lo que le faltaba”.

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