viernes, 23 de enero de 2015

¿Todos los fuegos al fuego?


La casa en llamas
(Parábola del Buda)
Bertolt Brecht

Gautama, el Buda, enseñaba
la doctrina de la rueda de los deseos, a la que estamos uncidos, y nos recomendaba
renunciar a cualquier apetencia para así, ya sin pasiones,
hundirnos en la Nada, que él llamaba Nirvana.
Un día sus discípulos le preguntaron:
—¿Cómo es esa Nada, maestro? Todos quisiéramos
liberarnos de nuestras ansias, según recomiendas, mas dinos
si esa Nada en la que entraríamos es comparable
a la unión con todo lo creado cuando al mediodía
yacemos en el agua sin sentir el peso
del cuerpo, indolentes, casi sin pensamientos. O cuando
en el lecho, apenas conscientes, tiramos de la sábana
segundos antes de hundirnos en el sueño; dinos
si esa Nada de que hablas es una Nada radiante y buena o si es
una simple Nada; fría, vacía y sin sentido—.
Guardó silencio el Buda largo rato; después,
con indiferencia, dijo:
—Ninguna respuesta hay para vuestra pregunta—.
Mas aquella misma noche, cuando se hubieron ido, a quienes
hasta aquel momento no habían abierto la boca, refirió el Buda,
sentado todavía bajo el árbol del pan, la siguiente parábola:
—Vi no hace mucho una casa que ardía. Las llamas
devoraban el tejado. Al acercarme advertí
que en su interior quedaba aún gente. Fui
a la puerta y les grité que el fuego llegaba ya al tejado y que debían
por tanto salir inmediatamente. Mas allí nadie
parecía tener prisa. Uno me preguntó,
mientras le chamuscaba el fuego las dos cejas,
qué tal tiempo hacía fuera, si llovía,
si hacía viento, si existía otra casa
y cosas por el estilo. Sin responder,
salí de nuevo. Estos, pensé, se abrasarán mas
seguirán preguntando. En verdad, amigos,
a quienes el suelo que pisan, la planta de los pies no queme tanto
que sientan deseos de cambiarlo por otro cualquiera,
nada tengo que decirles—. Así habló Gautama, el Buda.
Pero también nosotros, que no cultivamos ya el arte de la tolerancia,
que cultivamos más bien el arte de la intolerancia, nosotros,
que con consejos de índole terrena incitamos al hombre a liberarse de sus verdugos humanos,
a quienes viendo acercarse las escuadrillas de bombarderos del capitalismo siguen preguntándonos
cómo concebimos esto, cómo nos imaginamos aquello,
y qué será de su hucha y de su pantalón de los domingos después de una revolución, a esos, poco creemos tener que decirles.

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