sábado, 25 de junio de 2016

España: de sorpassos y ratones


Como las elecciones de este próximo 26 de junio en España prometen ser un calco de la del 20 de diciembre, resulta interesante hablar de bueyes perdidos, o de la migración de vocablos que se hacen internacionales, como sorpasso, palabra que los analistas han hecho suya para describir el avance de la alianza Unidos Podemos hacia el primer puesto. En la Argentina de los años 60 ese concepto impregnaba el habla cotidiana y, especialmente, la narrativa de la Fórmula 1. El fenómeno tuvo arranque en la película Il sorpasso, protagonizada por Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant. El personaje de Gassman era de los que van rápido por la vida, sin ataduras que le impidan ser ganadores. Y por eso el título, producto de la sabiduría de calle italiana, que define la jugada del que arrebata, oportunamente, el primer puesto, si es posible en la última vuelta de la carrera, cuando ya el otro no puede recuperarse. Valentino Rossi, “il profesore”, as del motociclismo italiano, más de una vez ganó carreras con esta mezcla de sorpresa, oportunismo y audacia. Como los oportunistas tienen mala prensa conviene recordar que Lenin decía que un revolucionario es un oportunista con principios. (Si a alguien le incomoda esta referencia marxista puede recurrir al Martín Fierro, donde encontrará definiciones semejantes, pero más folclóricas).
Es posible que estas sutilezas estén lejos de las intenciones de los analistas, pero el concepto ancló fuerte en esta campaña, incluyendo entre los “sorpasistas” al partido en el gobierno, que amenaza la supremacía histórica del PSOE en Andalucía; un escenario ideal para observar la fragmentación interna que sacude a los socialistas.
Con una sumatoria de señoritos “felipistas” y trabajadores históricamente de izquierda, en las últimas elecciones el PSOE conservó el poder, afianzando a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, por algo más de dos puntos sobre el PP. Pero esta vuelta la cosa es más complicada, porque la disputa interna al PSOE obliga a Susana Díaz a una doble apuesta: ganar en Andalucía y que pierda Pedro Sánchez, el candidato de su partido a nivel nacional. (Cualquier analogía o comparación con las últimas elecciones en Argentina, y la campaña por el candidato oficial, corre por cuenta de la suspicacia del lector.)
Así las cosas, con una diferencia previa mínima, los socialistas andaluces encaran la última curva, atentos a los espejos retrovisores, porque hay amenaza de sorpasso por izquierda y por derecha. Si eso sucede, si los socialistas andaluces suben al podio en el tercer puesto, el pase de facturas cruzadas será sangriento, porque el PSOE habrá dejado de ser la alternancia natural al PP y, para no hacerse papel picado, deberá sumarse a quien mejor negocio le proponga.
A esto se suma que, como España es España, y las identidades históricas tienen mucho peso, la onda de choque iniciada por Podemos y potenciada por su alianza con Izquierda Unida, amenaza a una fuerza tradicional como es el PNV (Partido Nacionalista Vasco) y sucede lo mismo con Unión del Pueblo Navarro (UPN) y el Partido Aragonés (PAR), los tibios nacionalistas de Navarra y Aragón. El partido de Pablo Iglesias, por sí sólo, les arrebató una buena cantidad de votos en las últimas elecciones. Ahora, con Izquierda Unida, que le da un toque de confiabilidad tradicional que no tenía, es posible que arrastre al progresismo de esos partidos, con lo que la onda de choque amaga con tener efectos de tsunami.
Lo único seguro es que, después de estas elecciones, poco será semejante a lo que era antes porque, si bien en las encuestas “inversas”, donde se pregunta no a quien se votaría, sino a quien nunca se votaría, Unidos Podemos aparece como el campeón de los campeones, el voto a PNV, UPN y PAR naufraga en la duda, con lo que es de prever que la inercia y el conservadorismo arrimen sufragios al PP, o sumen gente a la abstención.
Este panorama no pasa desapercibido para los dirigentes tanto del partido de Mariano Rajoy como del PSOE, que con mayor o menor entusiasmo se inclinan por pactar un gobierno conjunto. En ese sentido se han pronunciado los presidentes autonómicos de Aragón y Extremadura -Javier Lambán y Guillermo Fernández Vara- que sugieren una alianza con el oficialismo, algo que coincide con la idea de tres históricos del socialismo, como son Felipe González, Alfonso Guerra y José Bono. Es un rumor ampliamente compartido que, si Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, pierde las elecciones, su partido le exigirá la renuncia y que se permita gobernar al PP. Algo así como que si no se puede ser cabeza de león bien vale ser cola de ratón para pararle las patas a los “extremistas venezolanos”, con o sin sorpasso.
De todas maneras, no las tienen todas consigo. En los últimos días, tanto el presidente de gobierno como el arco que se juega la supervivencia han empezado a mover la idea de que, si no hay acuerdo para nombrar la sucesión, se deje gobernar al que más votos logre, o sea la primera minoría. Huele a un salvavidas desesperado, que, incluso, cuestiona las leyes electorales. Pero, como suele decirse, de perdidos al agua, que quizás cuela.
Para cerrar este panorama algo caótico, una referencia a lo dicho al principio sobre los vocablos importados a la lucha política, en este caso en relación con el líder de Ciudadanos -partido que arrancó en Barcelona como Ciutadans pel Canvi (Ciudadanos Por el Cambio) a favor de la “España una”-, el catalán Albert Rivera. Después de un acto en su tierra, donde fue acosado por CUP, tendencia independentista que le recrimina ser todo lo contrario, se quejó de ser víctima de los escraches, una palabra de la jerga argentina que, junto con corralito, parece haber sacado carta de ciudadanía, con perdón de Ciudadanos.
Extremistas venezolanos, sorpasso, escraches, corralito y, potencialmente, un “que se vayan todos”. Tal parece que la política desde la calle exporta tecnología. Ya se verá qué nuevas e irónicas categorías inventa nuestro sur del sur cuando se arribe a un nuevo 2001, que podemos presagiar por el rumbo hacia la tormenta que lleva el gobierno de Argentina. En todo caso, seguiremos exportando. Hay que ser positivo.


España: la alternancia en juego


Para observar las próximas elecciones en España hay que tener en cuenta que el nombramiento del Presidente de Gobierno es indirecto, determinado por los parlamentarios elegidos por el voto, lo que obliga, si ningún partido consigue un número propio suficiente, a las alianzas. Algo que en las elecciones del 20 de diciembre pasado no se pudo lograr, pese a que las negociaciones fueron múltiples. Para la instancia del 26 de junio todo indica un panorama similar, lo que implica el temor de que la crisis de gobernabilidad se haga crónica. Esta sensación está presente en la mayoría de los españoles y se traduce en la presión, desde las bases partidarias, para que sus dirigentes hagan lo necesario para “salvar a España”.
Lo dicho se refleja en la única novedad visible, el frente conformado por Podemos e Izquierda Unida (IU), que las encuestas colocan en segundo lugar en las preferencias, por detrás del PP y postergando al tercer puesto al PSOE. La niña bonita de los últimos tiempos, Ciudadanos -la nueva derecha- llega muy lejos de los tres primeros, esperando que la requieran a la hora de construir una mayoría.
La alianza Podemos-IU no se produjo antes por recelos de ambas fuerzas. El núcleo duro de IU es el Partido Comunista español, el mismo que firmó la transición arriando las banderas de la república y aceptando la monarquía. Sus dirigentes, acomodados a sus escaños en el Parlamento, se sostienen sobre una generación muy mayor que se conforma con una tibia actitud testimonial. Son los más jóvenes quienes empujan a juntarse con Podemos. La dirigencia teme perder la manija ante la potencia demostrada por el partido de Pablo Iglesias. Algo semejante, paralelo, le sucede a Podemos, que no es un partido tradicional, sino un frente líquido, que oscila entre el democratismo y la verticalidad. Su débil cadena de conducción fue el principal elemento para que no fraguara el acuerdo con el PSOE en la instancia anterior: el aparato partidario del PSOE y de IU es una herramienta de temer en cualquier alianza. Sólo que la cautela de Pablo Iglesias, que seguramente prefiere colocar a Podemos como la principal oposición, contrasta con la presión de sus partidarios, que quieren ser gobierno ahora y no en el futuro.
¿Hacia dónde se inclina el electorado y qué opciones habrá para las alianzas parlamentarias? Comparando las encuestas del diario El País (supuestamente de izquierda), el diario El Mundo, (supuestamente de derecha) y Metroscopía, una fuente supuestamente independiente, se puede hacer una radiografía de los votantes de los dos partidos tradicionales.
El votante fiel al PP tiene unos 55 años. Con lo que enfrentan, a no muchos años por delante, una masiva baja vegetativa. Por ahora, sin embargo, les sirve para aspirar y sostenerse en el poder. ¿Qué piensa ese votante? Que la responsabilidad del actual estado de cosas es del PSOE, que no apoyó al presidente pepiano, Mariano Rajoy, y no va a cambiar su voto respecto a la elección anterior. Esta fidelidad conservadora coloca al PP en condiciones de ganar, otra vez, las elecciones generales, por poco, y necesitado de sumar parlamentarios ajenos para alcanzar el Ejecutivo.
¿Qué pasa con el Partido Socialista Obrero Español, el otro polo de la alternancia política? Desde la llegada de Felipe González a su cabeza, hubo un claro corrimiento hacia la social democracia y un sacarse de encima a los dirigentes clasistas. Con el correr del tiempo y la llegada al gobierno -afirman que con apoyo del Departamento de Estado norteamericano, que temía al PC- desmovilizaron a sus militantes, hicieron fe de realismo político y se acomodaron a turnarse la administración con el PP. La presidencia de José Luís Rodríguez Zapatero, que cerró con ajustes propios del más férreo neoliberalismo, le creó una crisis de credibilidad. Tanto que se ha desdibujado como mayoría partidaria, y ni siquiera figura en dos rubros que interesan a los ciudadanos, como son la capacidad de transformación de la realidad económica y la capacidad de gestión. En el primer caso gana ampliamente Podemos. En el segundo, el PP, pese a que su gestión es la administración de la pobreza. Para el PSOE, una alianza de gobierno con el PP, supuestamente antagónico en principios y proyectos, es una apuesta de riesgo que pondría en juego su existencia.

Pero, ¿hay otra posibilidad a la vista? Con el frente Podemos/IU a la caza del Ejecutivo, y Ciudadanos a la espera de negociar sus reducidos votos, todo parece indicar que la alianza de PP y PSOE es la única solución que preserva el control del poder para los dos partidos tradicionales. Se argumentará que, en el pasado, este juego de hoy yo y mañana vos, era garantía de gobernabilidad. La pregunta sería: ¿gobernabilidad para quién y para qué? Los gobiernos de frentes progresistas, en Madrid y Barcelona, cuestionan ese argumento, pero no alcanzan para gestar un cambio profundo, que archive en el desván la alternancia de dos partidos que se diferencian sólo en el nombre.