Para hacer chistes sobre judíos, y no ser tachado
de antisemita, es necesario ser judío. Para hablar mal, o bien, pero
crudamente, sin anestesia, de los argentinos o los españoles, conviene, es más
saludable, ser argentino o español, según el caso.
Luis Eduardo Aute, al que no me liga nada, ni
medio café compartido, en esta entrevista hace un diagnóstico de España que yo
firmaría de cabo a rabo. Más, ya lo hice, cuando me despedí de ese país, tanto
de amigos como de enemigos, diciendo que era el país donde la ignorancia se
exhibía como virtud.
Aute es español, y así lo reconoce, mal que le
pese. Es español, pero no es un estúpido embrutecido por la iglesia, la
monarquía, la social democracia y la sociedad de consumo, con una vocación muy
definida por volver al pasado. Para Aute, y también para mí, el futuro aspirado
por los españoles es el Medioevo; con televisión.
Cuelgo acá, en mi blog, para compartirlo, el
final de una larga entrevista publicada en Miradas al Sur con motivo de
su llegada a Argentina el próximo abril para presentar El niño que miraba el mar. Al toque, para que nadie arguya –me gusta esta palabra, porque tiene
resonancias de trampa- que las saqué de contexto, clavo el link del texto
completo.
Y, para terminar de joderla, agrego unas
declaraciones de Joaquín Sabina, con quien sí me liga una charla de bueyes
perdidos mientras hacíamos cola ante un mingitorio. Y rescato estas
declaraciones porque, a esta altura del campeonato, pintan claramente a Sabina
y los españoles. Dice, “No sé hasta cuándo aguantarán los españoles. Somos resignados, pero, carajo, nos están meando en la sopa una y otra vez”.
Yo le puedo contestar a Sabina, luego de vivir 12
años en España: aguantarán lo que venga, Joaquín. Aguantarán lo que venga, siempre
y cuando el gobierno no prohíba el alcohol, Joaquín. Justamente por eso, porque
son “resignados”.
“España de mis amores, cuánto te odio”
–¿Qué piensa
cuando repasa las noticias cada mañana?
–Creo que está floreciendo la realidad de lo que es este país. No es que
estemos yendo hacia atrás, sino hacia la verdad, hacia la verdad del
despropósito que somos. Tengo un pequeño “poemiga” –los poemigas son los textos
que escribo, cortitos– que dice: “España de mis amores, cuánto te odio”. Esa
simple frase responde a la sensación que tengo cuando pienso en este país
precioso, bellísimo, riquísimo, multicultural, con una Historia tan larga… pero
sin cultura. Y lo que es peor: muy especializado en devorar a sus mejores
hijos. En ese sentido se sitúa en lo más alto.
–¿Cree que el
proceso de la transición española del franquismo a la democracia fue un
espejismo?
–Sí. Ha sido un espejismo porque fue una transición sin cambios esenciales.
Las estructuras del franquismo permanecen, no cambiaron para nada. Siguen ahí.
Cambió el collar, pero el perro es el mismo. Y, luego, hay que tener en cuenta
que el país históricamente fue un país de contrarreformas. Cada vez que hubo
una reforma, un paso adelante, le siguió una contrarreforma, un paso atrás. En
ese sentido es un país muy poco culto, tremendamente ignorante,
“asustantemente” ignorante. Incluso hablando, cualquier persona en cualquier
país de América latina, habla mejor el español que nosotros, construye mejor
las frases, tiene más riqueza de palabras. Aquí cada vez hablamos peor… No sé.
A mí me preocupa mucho este país. Se deshace.
–Por lo que
dice, parece una persona absolutamente pesimista. ¿No ve nada esperanzador?
–No, respecto a España, no. No sé qué va a quedar… Repito lo de antes: tal
vez habrá que volver la mirada a América latina, reencontrar nuestras raíces
allí; nuestras esencias, como colectivo cultural y social. Yo animaría a la
gente joven a recorrer durante un año América latina, a reencontrarse a sí
mismos allí, no en Europa.
Acá, lo antedicho, la entrevista completa de Miradas al Sur
Y si tiene ganas de un plus, mi diagnóstico, cuando todavía era optimista y
pensaba que los españoles serían capaces de reaccionar a, como dice Sabina, las
“meadas en la sopa”.
Desgraciadamente, no le sobra ni una coma.
ResponderBorrarNo le sobra nada, pero tanto Aute como Sabina mamaron de la teta de la socialdemocracia, con la que nunca fueron críticos. Y fue Felipe González quien comenzó el desmantelamiento del mundo conocido.
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