martes, 20 de enero de 2015

Pávlov en Plaza de Mayo




Nos juntamos, en la mañana del martes, para ver el sumario tentativo del Miradas al Sur siguiente. La muerte, con un tiro en la cabeza, del fiscal Alberto Nisman, descubierta en la noche del domingo al lunes, en un exclusivo piso del exclusivo Puerto Madero, de Buenos Aires, marcaba la agenda. El hombre había cargado en los días previos contra la presidenta y un variopinto grupo de políticos, atribuyéndoles complicidad para tapar la pista iraní en el atentado a la AMIA, la mutual judía de Buenos Aires. Tenía que presentar las pruebas ante el Congreso, pero no pudo ser, la muerte le impidió ir a la cita.
Como era de esperar, el lunes, con la investigación en pañales, una parte de la oposición salió a decir que lo había matado el gobierno, cuando si alguien tiene mucho que perder con esta historia es el gobierno. Pero, ya se sabe, los petardistas de la política no tienen límites, estén en el gobierno o en la contra. Y no sigo, porque esta ¿nota? para mi blog tiene otro tema.
Un tema que me empezó a rondar cuando, en la reunión, alguien dijo, o creí entender, que sólo faltaba que salieran en manifestación con carteles “Yo soy Nisman”. Me reí. Más, pensando en que, especialmente los “progres”, son como el perro de Pávlov, que al escuchar un timbre babeaba y sentía hambre porque generaba jugos gástricos, algunos, repito, tienen reflejos condicionados muy previsibles. Por supuesto, no dije esto, dije: la cosecha de boludos nunca se acaba.
Lo que no sabía, porque me tocaba Latinoamérica y mi cabeza estaba por Honduras y Guatemala, y no entendí en ese momento, era que el “Yo soy Nisman”, ya había sucedido, en Plaza de Mayo, la tarde del lunes. Por una llamada en las redes, grupos de opositores a la actual administración se juntaron con los bonitos carteles, insultaron al gobierno y hasta cantaron el Himno Nacional.
Entonces a lo que voy. Como el perro de Pávlov, la progresía siempre responde como se espera de ella si uno sabe qué botón apretar. Si se aprieta este botón dirán yo soy Nisman, yo soy Charlie. Si se aprieta el otro botón, cantan el Himno, o la Marsellesa. Si se aprieta aquel otro proclaman “Podemos”, o Mahoma es una mierda, o lo que esté su programación masificada. Y eso no quiere decir que es lo que piensen, aunque la mayor aspiración de la libertad es pensar por cuenta propia, aún a riesgo de equivocarse. Actúan por reflejo y si alguien aprieta el botón adecuado cantarán loas al gobierno, o cantarán la marcha peronista, o la Internacional… en fin.
Cuando el 18 de julio de 1994 alguien, aún por identificar, hizo estallar un vehículo con explosivos ante la AMIA, mutual en la que no había militares, ni funcionarios, ni espías, como seguramente sí los había en la embajada de Israel en Buenos Aires que volaron el 17 de marzo de 1992, corrió una voz que hice mía: “Todos somos judíos”.
Porque los judíos y no judíos asesinados en la AMIA, 85 muertos y 300 heridos, eran nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestras parejas. Eran nuestros, por eso el “Todos somos judíos”.
Ahora algo ha cambiado tal vez de fondo, porque a la boludez programada y pavloviana se suma una diferencia, que dejo a los filólogos, o algo parecido. Ante aquel atentado TODOS fuimos judíos. Ante lo de Francia y la muerte de Nisman, YO soy Charlie, YO soy Nisman. Se ha cambiado el todos por el yo.
Supongo que porque soy un atravesado, soy el único rayado que se fija en esas boludeces. Pero, como me fijo, y me pone los huevos al plato la actuación por reflejo pavloviano, digo: ¿Qué carajo me importa tu YO? ¿Desde cuándo tiene YO un humano pavloviano?
Lo dicho: la cosecha de “predecibles” nunca se acaba.

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