Nos juntamos, en la mañana del martes, para ver el
sumario tentativo del Miradas al Sur siguiente. La muerte, con un tiro en la
cabeza, del fiscal Alberto Nisman, descubierta en la noche del domingo al
lunes, en un exclusivo piso del exclusivo Puerto Madero, de Buenos Aires,
marcaba la agenda. El hombre había cargado en los días previos contra la
presidenta y un variopinto grupo de políticos, atribuyéndoles complicidad para
tapar la pista iraní en el atentado a la AMIA, la mutual judía de Buenos Aires. Tenía que
presentar las pruebas ante el Congreso, pero no pudo ser, la muerte le impidió
ir a la cita.
Como era de esperar, el lunes, con la investigación en
pañales, una parte de la oposición salió a decir que lo había matado el
gobierno, cuando si alguien tiene mucho que perder con esta historia es el
gobierno. Pero, ya se sabe, los petardistas de la política no tienen límites,
estén en el gobierno o en la contra. Y no sigo, porque esta ¿nota? para mi blog
tiene otro tema.
Un tema que me empezó a rondar cuando, en la reunión,
alguien dijo, o creí entender, que sólo faltaba que salieran en manifestación
con carteles “Yo soy Nisman”. Me reí. Más, pensando en que, especialmente los
“progres”, son como el perro de Pávlov, que al escuchar un timbre babeaba y
sentía hambre porque generaba jugos gástricos, algunos, repito, tienen reflejos
condicionados muy previsibles. Por supuesto, no dije esto, dije: la cosecha de
boludos nunca se acaba.
Lo que no
sabía, porque me tocaba Latinoamérica y mi cabeza estaba por Honduras y
Guatemala, y no entendí en ese momento, era que el “Yo soy Nisman”, ya había
sucedido, en Plaza de Mayo, la tarde del lunes. Por una llamada en las redes,
grupos de opositores a la actual administración se juntaron con los bonitos
carteles, insultaron al gobierno y hasta cantaron el Himno Nacional.
Entonces a lo
que voy. Como el perro de Pávlov, la progresía siempre responde como se espera
de ella si uno sabe qué botón apretar. Si se aprieta este botón dirán yo soy
Nisman, yo soy Charlie. Si se aprieta el otro botón, cantan el Himno, o la Marsellesa. Si se
aprieta aquel otro proclaman “Podemos”, o Mahoma es una mierda, o lo que esté
su programación masificada. Y eso no quiere decir que es lo que piensen, aunque
la mayor aspiración de la libertad es pensar por cuenta propia, aún a riesgo de
equivocarse. Actúan por reflejo y si alguien aprieta el botón adecuado cantarán
loas al gobierno, o cantarán la marcha peronista, o la Internacional… en
fin.
Cuando el 18
de julio de 1994 alguien, aún por identificar, hizo estallar un vehículo con
explosivos ante la AMIA,
mutual en la que no había militares, ni funcionarios, ni espías, como
seguramente sí los había en la embajada de Israel en Buenos Aires que volaron
el 17 de marzo de 1992, corrió una voz que hice mía: “Todos somos judíos”.
Porque los
judíos y no judíos asesinados en la
AMIA, 85 muertos y 300 heridos, eran nuestros vecinos,
nuestros amigos, nuestras parejas. Eran nuestros, por eso el “Todos somos
judíos”.
Ahora algo ha
cambiado tal vez de fondo, porque a la boludez programada y pavloviana se suma
una diferencia, que dejo a los filólogos, o algo parecido. Ante aquel atentado
TODOS fuimos judíos. Ante lo de Francia y la muerte de Nisman, YO soy Charlie,
YO soy Nisman. Se ha cambiado el todos por el yo.
Supongo que
porque soy un atravesado, soy el único rayado que se fija en esas boludeces.
Pero, como me fijo, y me pone los huevos al plato la actuación por reflejo
pavloviano, digo: ¿Qué carajo me importa tu YO? ¿Desde cuándo tiene YO un
humano pavloviano?
Lo dicho: la
cosecha de “predecibles” nunca se acaba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario