“En cuanto al trono, ¿qué tenía un
rey para sentarse en un trono? Un trasero. Era todo lo que hacía falta”. Lope de
Aguirre, según su profeta.
Con mis mejores deseos de
bienaventuranza, paz y felicidad para mis amigos españoles, les adelanto mi
regalo de Navidad, que, para que se cumpla, necesita ser rezado cada mañana,
antes del desayuno y, preferiblemente, sin resaca.
Pertenece a San Lope de Aguirre,
un vasco a quién llamaban el Loco, por pura envidia, tal vez, de los que no
eran vascos.
Su profeta en la Tierra, Ramón J.
Sender, escritor de gran mérito, pero que poco más necesitaría luego de
escribir La aventura equinoccial de
Lope de Aguirre, transcribe este rezo como una arenga a
sus Marañones, de esta suerte damas y caballeros:
Reniego de los servicios hechos al rey de Castilla por mis
padres y mis abuelos.
Reniego de los servicios que hice antes de salir de España al
infame rey de Castilla.
Reniego por tercera vez contra los servicios que de obra hice
en el camino de Indias y en las Indias mismas al rey follón de Castilla don
Felipe II.
Reniego con mi fe y mi honra y mi vida y a costa de lo que
sea de la servidumbre que a mí y a otros ha impuesto el rey don Felipe II, que
no lo es ya mío ni lo será de vuesas mercedes si siguen mi buen consejo.
Reniego del príncipe de Asturias, y de su padre Felipe II, de
su esposa la reina y de todos sus hijos e hijas que pudieran haber y llegaran
un día a llevar en la cabeza la corona de Castilla.
Reniego de mi naturaleza de súbdito del imperio de Felipe II.
Reniego de mi nombre de español y me halago con llamarme
marañón y peruano y todo para mejor descartarme de la servidumbre al rey malsín
Felipe II.
Reniego de un rey y de unos ministros que en el nombre de
Dios hacen el servicio de Satanás en España y en las Indias.
Reniego de Felipe II por injusto, mal aconsejado, criminal y
ladrón.
Reniego de Felipe II por todas las cosas antedichas y otras
muchas que cada uno de vuesas mercedes piensa y con las cuales convengo, ya que
a todos nos hizo oferta e injusticia en hacienda y en consideración y en
retribuirnos mal por bien.
Reniego de la monarquía castellana para hoy y mañana y para
siempre y conmigo reniegan los hijos que pueda haber y los que he habido.
Reniego del rey incapaz y cobarde que vive entre engaños
mientras nosotros perdemos la vida y el decoro en estas tierras ignoradas por
él.
Y así pues digo y os pido a vuestras mercedes que digan
conmigo: ¡Muera el rey felón!
Recomendamos leer esta versión en
voz alta y guardando para el secreto previsor los nombres que enmascara, porque
siempre hay alguien con alma de vasallo que delatará al orante; con lo que
podrán librarse de la cárcel o hasta el cepo con cierta facilidad.
Y si el orante tiene prisa, puede
rezar, siempre en voz alta, la versión abreviada que Ramón J. Sender, profeta
de Lope de Aguirre en estos atribulados tiempos, recuerda como una última
arenga a sus marañones:
¡Mueran la reina, los padres del rey y de la reina, los que
se tocan con corona en el alcázar de Castilla!
¡Muera el príncipe de Asturias! Mueran todos sus
descendientes, de los cuales nos descastamos para siempre y sin remedio ni
esperanza de perdón.
*
“Los otros se daban cuenta de que
algo fatídico y sombrío dominaba en la voluntad de Lope, pero no sabían qué. Ya
no lo llamaban Aguirre el loco, porque veían que no era razón lo que le
faltaba, sino todo lo demás. Le faltaba todo el mundo menos la razón. Y él
quería apoderarse, con su razón, de todo lo que le faltaba”.