jueves, 24 de julio de 2014

Al gato le arde el culo



Esta frase de Sampedro me llevó a recordar una escena de “Terror y miseria del Tercer Reich”, de Bertolt Brecht, que citaré de memoria. La escena remite a un personaje llamado Robert Ley, que sirvió a Hitler creando el Frente de Trabajo Alemán (DAF) y la “Fuerza de la Alegría” -además del sindicato vertical- que contaban con muchos trabajadores voluntarios.
La cosa sería más o menos así:
El doctor Ley se encuentra con un empresario que le pregunta cómo ha logrado que los trabajadores acepten voluntariamente lo que antes hubieran resistido con todas sus fuerzas.
Ley sonríe y le propone que le de comer rábano picante –un equivalente en ardor a las guindillas o el ají picante- a un gato manso que, a unos pasos, toma el sol.
El empresario agarra al gato y trata de que se coma la pasta de rábano. Y el gato, que no es ningún boludo, la escupe y lo llena de arañazos.
-Ese no es el método- le dice el doctor Ley- Vea cómo lo hago.
Agarra al gato y le emplasta el culo con rábano picante. Entonces el gato, que sigue sin ser un boludo, como se le quema el culo, hace lo único que puede, se lo lame y traga hasta que el culo le queda limpio.
-¿Ve? –dice el doctor Ley- ¿Ve cómo se lo come? ¡Y voluntariamente!
  
El gato no ha cambiado, ha cambiado el método. Tengo para mí que cuando se instala el miedo, a la muerte o a la pérdida de lo poco que se tiene, lo que suele venir luego permite casi cualquier cosa. Tal vez esa sea una razón por la que el pueblo de Israel, por ejemplo, calla ante la masacre de Gaza, o los pueblos de muchas naciones aceptan que les recorten la salud, la educación y sus derechos laborales.
La cuestión entonces no es ser más o menos boludo, sino el miedo, donde te colocan el picante.
Esta es una frase de Robert Ley: “Sobre esta tierra yo creo únicamente en Adolf Hitler. Creo en un Supremo Dios que me creó y que me guía y creo firmemente que este Supremo Dios nos envió a Adolf Hitler”.
Al menos tenía la franqueza de poner las cartas sobre la mesa

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