lunes, 30 de junio de 2014

Tata Cedrón: 50 años es nada


El taxi dejó al cronista en la esquina, minutos antes de las once de la mañana. Por delante tenía una entrevista con Juan Cedrón, más conocido como el Tata, guitarrista, voz y compositor que, desde los 60, cincuenta años, viene marcando un sendero propio, en el que la música se alimenta de todas las otras artes, y en la que el compromiso social se transparenta y conforma parte de su esqueleto. Esta es la película del encuentro.

TOMA UNO
Casa familiar de Villa del Parque. Puerta alta, de madera y cristal esmerilado. A la derecha el timbre con un cartelito pegado: “No funca”. El cronista golpea la puerta. Se abre y en el vano aparece el Tata Cedrón, que dice señalando el timbre:
-Tenía miedo que no se entendiera. No sé si ahora se dice “no funca”.
-No te preocupes, se entiende- lo tranquiliza el cronista; sin aclarar que tal sea porque los dos van camino de los dinosaurios.

TOMA DOS
-Has recibido en los últimos años el reconocimiento a tu trayectoria, pero… seamos irónicos ¿No te dejan la sensación de que te están diciendo ya llegaste, ya está, ahora quedate piola?
-(Ríe) Sí, parece como que algunos piensan, sos viejo, ahora dejanos a nosotros. Lo que está bien, hay que hacer el trasvasamiento generacional, pero me parece poco inteligente no aprovechar lo que tuvieron que aprender los viejos. Vos empezaste acá, digamos que en el 500 -hace gráficos gestos sobre el escritorio- pero yo hice de cero a 500, que a vos te va a servir para hacer de mil para arriba cuando yo ya no esté para verlo. ¡Pero a mí no me paran! yo sigo adelante, la vida es continuidad.
-Norman Briski dice  que le molesta el término “generación”, aplicado a los que hacían teatro militante en los 70; porque es una manera de cerrar un proceso que sigue abierto; como darlo por muerto.
-Esa es una manía que tiene alguna gente, ponerle nombre a todo, meterlo en un casillero; pero a la vida no se la puede encasillar. Hace poco estaba en una discusión en la que alguien definía qué era el tango y qué no era tango. Que si la letra tenía que ser nostálgica, que si el ritmo, que si tenía que ser urbano, la nostalgia del farolito. Mirá…
(Deja la silla, trae la guitarra y muestra con el mejor ejemplo, la música. La guitarra suena dulce, suave. Canta.)
Una mujer y un hombre llevados por la vida
y aquí el francés Bonpland botánico
y construí tu rostro
ya que moría mañana
ya que navegas por mi sangre y conoces…
-¿Ves? -explica- es un poema de Gelman en que nombra a Bonpland, el botánico. ¿Es más tango porque lo toque así?
(Repite la melodía marcando los rasguidos, desnudando la síncopa que se escondía tras la suavidad.)
-¿Es más tango? ¿Lo anterior no era tango? ¿Hablar de un francés botánico no es tango? ¿Y los tangos sin letra? ¿Qué? ¿Dónde está la nostalgia, el amor, la bronca? Mirá… -dice, dejando la guitarra- por suerte tenemos a la música. A la música le importa poco si alguien dice que es esto o lo otro.
-Parece una manía de academia, como las del idioma, ponerle puertas al viento, fijar categorías en lo que cambia todo el tiempo.
-La palabra está viva, como la música, no la podés encerrar en un casillero. Mirá los pibes, que dicen “andar al bardo”, como quien va de cualquier manera. Si bardo originalmente era el poeta. Sin querer, sin proponérselo, van con la libertad del poeta. Mirá, que cada uno piense lo que quiera, pero… cuando quieren definir todo me sale la bronca. Y, sí, soy peleador y camorrero.
(Una entrevista con un personaje como el Juan “Tata” Cedrón puede ser muy fácil o muy difícil. Justamente porque, tal como se reconoce, es “peleador y camorrero”. Tal vez la única receta sea escuchar con atención y surfear en la corriente; porque el Tata no necesita que le den manija, tiene tracción propia).
-En Francia- he vivido ahí muchos años; voy y vengo- los intelectuales se estan cuestionando la letra de la Marsellesa. Viste que dice: (tararea un poco en francés, un poco en castellano) Marchemos, hijos de la patria, que ha llegado el día de la gloria… tarará, tarará… ¿No oís… tarará tarará… esos feroces soldados? Pues vienen a degollar a nuestros hijos y… claro, ahora la letra de la Marsellesa no está de acuerdo con este tiempo de corrección y todo lo demás. (Sonríe) Mirá en cambio lo que pasa acá. ¡La gente ya no canta más la letra del Himno argentino, lo tararean, dejan la música nada más!  Los intelectuales de Francia cuestionan la letra, pero cuando toca cantarla la cantan completa. Acá, la gente la tararea y ya está resuelto, y por abajo, desde donde es más auténtico. Cuando querés resolver o determinar las cosas desde arriba, ya sea la letra de una marcha como qué es y qué no es el tango, la estás embarrando, no vas a ninguna parte. El excesivo racionalismo tiene sus trampas y te lleva a la equivocación.
-A Borges le preguntaron una vez, en París, cómo sabía que estaba ante una obra de arte. Dijo que no sabía. Lo que sabía era que cuando había estado ante una obra de arte, después ya no era el mismo que antes. Eran los tiempos del estructuralismo, cuando todo tenía que estar precedido o explicado por una teoría. Parece que algunos insisten en tener una teoría o un casillero para todo; por ejemplo para la música.
-¡Uh! Me acuerdo, Marta Harnecker, Althusser, había que tener una teoría para cada cosa. Esa tendencia dejaba afuera el misterio. Como lo decía González Tuñón, hay una “ética del misterio”; algo inasible, indefinible. Justamente estoy tocando en “El Puchero Misterioso”, y ahí, en la ida y vuelta con músicos y cirqueros nace el misterio inexplicable. Cuando estamos haciendo lo nuestro y  cuando nos juntamos a comer y hablar después de la función.

TOMA TRES
“El Puchero Misterioso” fue, originalmente, un reducto, tal vez inventado, por Enrique González Tuñón en su libro “La calle de los sueños perdidos”. Un apunte, una pista sobre el “misterio” según aquel González Tuñón y este Cedrón, va en estos versos de “Tiendas de ultramarinos”, del libro mencionado:
Y, sobre la mesa, el diario, y en el diario los telegramas fechados en esos lugares (ultramarinos) que, sin duda, no conoceremos nunca. Y entonces, al puchero cotidiano se mezcla un súbito y profundo olor (ultramarino) de arenque ahumado, de salmón en lata, de pepino en vinagre, de pescado en barrica.

TOMA CUATRO
 -Tal vez etiquetar, teorizar, sea una necesidad de otros, pero en un creador lo que hace es algo más cercano a la magia. Cuando se produce, hasta lo sorprende.
-Es así, uno nunca se propone llegar a alguna parte. Vive, toca, canta, se conecta con los poetas, con los pensadores y eso tiene un resultado siempre impredecible. Lo único que vale es ser honesto. Ser honesto con uno mismo y hacer lo que siente. Al final es lo que va a quedar, independientemente de las modas. Siempre digo que cuando desaparezca del maíz trasgénico lo que quedará es el maíz auténtico. Lo auténtico es lo que nunca desaparece, lo que siempre parece recién creado, lo verdadero. Después de Hiroshima, cuando todo parecía que había terminado para siempre, volvieron a crecer las flores.
-La autenticidad no es necesariamente “originalidad” al margen de todo lo anterior. Me reitero en Borges, que decía que uno hombre es culto cuando repite frases de otro que no recuerda haber leído.
-Por eso creo que es necesario el intercambio con los otros. Seguramente, cuando me parece que encontré una armonía, una frase original, alguna vez la escuché de otro y ya no lo recuerdo. Lo que no quiere decir que estés copiando, “robando” de otro, es que todos somos hijos de los que nos preceden, no somos hijos del aire. Siempre digo que la receta que me trasmitió mi abuela ayer, la cocino hoy, para que otro la coma mañana.
-Lo que nos lleva a lo que decíamos a cerca de las generaciones. La continuidad las desmiente como compartimientos estancos.
-A veces con esa idea se suspende el futuro. Somos como un manzano. Damos manzanas y unas se caen y se pierden, mientras otras son comidas, alimentan. Y el manzano vuelve a dar, sin saber cuáles serán alimento o cuáles se van a perder; si es que se pierden (dice, señalando algo en el aire). Fijate si no, en “Cambalache”, el tango de Discépolo. Parece que lo más importante que decía es “El mundo fue y será una porquería… en el dos mil también”, pero a mí me parece que la anticipación, lo que tiene una validez bestial es lo que dice después, “el siglo veinte es un despliege de maldad insolente”. ¡Está hablando de ahora! El capitalismo se despliega sin vergüenzas, sin máscaras, con “maldad insolente”; y lo vemos en Argentina y todo el mundo con los fondos buitre.
-Por lo que mostró la última crisis económica mundial estamos asistiendo a una verdadera restauración de la derecha liberal, casi a una revolución de la derecha, que quiere terminar con los avances sociales conseguidos en los siglos XIX y XX.
-No se disfrazan de chicos buenos, son pura maldad e insolencia y les importa poco cuánta gente condenan al hambre. Tenemos que pensar qué nos estamos jugando todos los argentinos, y que la deuda que reclaman los fondos buitres no es un problema de un solo gobierno, sino de todos. Ya lo dijo la presidenta, de “prepo” nada. (Sonríe) No sé, yo soy muy “peroncho”, por eso me acuerdo de aquello que decía la marchita: combatiendo al capital.
-Última pregunta. Hace diez años que retornaste a este Buenos Aires ¿Será para quedarte, ya definitivamente?
-Creo que sí. Me siento bien, y estoy bien. (Sonríe) Será que, en realidad, nunca me fui. Me gusta el barrio y ya no recuerdo cuándo fue la última vez que me moví hasta la calle Corrientes, no lo necesito. Hago lo mío, con la mayor honestidad posible y, de paso (ríe) “bajo línea” cada vez que puedo.

TOMA FINAL
Se cierra la puerta de la casa familiar en Villa del Parque y el cronista camina encendiendo un cigarrillo. ¿Bajada de línea? Una imagen, un recuerdo fragmentario: la primera vez que escuchó al Cuarteto Cedrón. ¿1966? Era un vinilo, un long play. En un Winco. En el descanso del ensayo en un teatro; en La Plata. Y la voz de Juan Gelman desgranando lo que queda de un poema en la memoria:
"A las once fueron descubiertas ciertas maniobras delictivas/ a las doce el partido demócrata y burgués reiteró ser demócrata y burgués.
(…)
A las cinco me harté pero a las seis te vi/ después de tantos años te vi a las seis y me turbé como un niño".

(Entrevista publicada en Miradas al Sur el 29/6/2014. Acá la nota y los recuadros.)


Primer Cuarteto: Atrás, Jorge Sarraute, Cesar Stroscio, Miguel Praino y, 
adelante, Juan “Tata” Cedrón.

(Aclaración para no porteños o no dinosaurios lectores de este blog: “no funca” quiere decir no funciona.)

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