A mí nunca me sucedió, tal vez porque nunca viajé a USA, pero sí a un par de amigos.
Llegados a la aduana los apartaron –seguramente por sus antecedentes, cosa común a mis amigos- para preguntarles si pensaban atentar contra el presidente, y hacerles firmar un texto en el que aseguraban que no estaban para eso.
Suena propio de una Gestapo de imbéciles, pero recuerdo que cuando fue Silvio Rodríguez a Argentina –primeros días del gobierno democrático de Raúl Alfonsín- lo atajaron en el aeropuerto y le hicieron firmar lo mismo. O sea que, hijos de puta hay en todas partes.
A mis amigos, puestos en esa situación, les pasó por la cabeza contestar: No, de matar a sus presidentes se encargan ustedes mismos; desde Abraham Lincoln. Pero no lo hicieron porque los servicios tienen poco sentido del humor, y los hubieran devuelto al punto de partida con una patada en el culo.
Me puse a pensar en esto cuando leo que un pobre tipo tuvo, por años, la espada de Damocles/CIA sobre la cabeza, por estar en el sitio equivocado en el peor momento: Abraham Zapruder. En su peliculitacasera registra el asesinato de John F. Kennedy, poniendo en duda todo el andamiaje construido en torno a un asesino único, el fronterizo Lee Oswald, y su “bala mágica”. Una bala que fue y vino varias veces para hacer no pocos agujeros en el cuerpo del presidente norteamericano.
Francamente, hay que tener vocación de ingenuo, amamantado a mundo Disney, para comerse el cuento del tirador único. Sobre todo porque después de la invasión a Cuba, que la CIA lanzó sin autorización de Kennedy, el tipo se cabreó y dejó claro que se la iba a cargar.
Desde mi punto
de vista, de todo lo que se ha llevado al cine hasta hoy, la mejor
reconstrucción se ve en “Acción ejecutiva”. Un verdadero manual de cómo se
prepara un atentado para que no falle:
Más de un tirador de elite. Control de la seguridad.
Entrenamiento táctico. Soporte político.
Pasados una
ponchada de años de aquel asesinato, por suerte hay quién no se come el cuento
Lee Oswald, y lo cuenta hasta con diagramas.
Pero, como el
tirador malo, comunista y demente parece ser la versión más aceptada, me
permito sugerir una variante, que libera a Lee Oswald.
Visto que las balas partieron de varios puntos casi al
mismo tiempo, me pregunto, ¿quién pudo moverse a tal velocidad? Agárrese de la
silla, porque esto es la posta: fue el Hombre Araña.
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