Fábricas abandonadas hace muchos años y terrenos
aledaños. Todos con algo en común: lo que no se tiene que ver está detrás de
los muros. Villas miseria, barrios de chabolas, favelas, cantegriles, son
los nombres que reciben en otras partes
del planeta. Acá, en Barcelona, la bella, la turística, la modernista, aún no
tienen un nombre específico. Pero ahí están,” villas miseria” bajo techo
industriales.
Los turistas no suelen pasar por Poble Nou, el
barrio donde hay más asentamientos de este tipo. Y si pasaron, probablemente no
los verían. Por los muros, por las chapas que cierran sus entradas.
Tal vez, por una vez, entre la administración de
Barcelona y los “villeros” hay coincidencia. Unos no quieren que sean visibles,
los otros no quieren ser visibles; porque no comen vidrio. Saben que si se
hacen visibles colará la policía garrote en mano para el desalojo y es mejor un
techo de mierda que ninguno.
¿Quiénes son? Inmigrantes sin trabajo y españoles
que lo perdieron todo; no es una cuestión solo de extranjeros.
La paradoja reside en que mientras los villeros no
se hagan visibles, ocupando la calle, y si se cruza saqueando un supermercado,
no habrá ninguna solución para ellos. Están, los dejaron, afuera del sistema.
¿Y los otros?
Los otros, los que aún no perdieron todo, miran con
terror ese abismo y se aferran a un clavo al rojo. Pero no se mueven.
Son como liebres encandiladas. Quietas. Esperando la
muerte. No lo quieren ver, pero ya están afuera del sistema.
Y si ese afuera no se pone belicoso, molesto, los
ajustes, el neoliberalismo, la sumisión al FMI, seguirán avanzando hasta
liquidar todo: salud, educación, puestos de trabajo. Todo menos los bancos, que
siguen ganando millonadas.
Liebres encandiladas… ¿O sumisión? 40 años de
franquismo tolerado, casi 40 de socialdemocracia boba y la monarquía… los
españoles hace mucho que se bajaron los pantalones. Y ya se sabe: primero
duele, después se tolera, y al final te gusta.
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