domingo, 20 de abril de 2014
Ahora sí, la soledad
La muerte nos dispara por la espalda. Cayó Gabriel García Márquez, ese que un día nos hizo habitantes de Macondo, donde siempre llueve, aquel sitio donde los vecinos Buendía crían gallos y la Mama Grande sabe de la vida y de la muerte. Un sitio para la llegada final o la partida hacia historias de amor en tiempos de cólera, dictadores perpetuos que no son ninguno porque son todos, y gitanos con alfombras voladoras que asombran los sentidos presentando el hielo.
Era muchos hombres ese Gabriel García Márquez, el zurdo impenitente que desafió al imperio haciendo periodismo junto a Rodolfo Walsh en Prensa Latina, la agencia de noticias que se convirtió en trinchera de la revolución cubana. El mismo García Márquez que vistió su camisa de paseo vallenato para recibir el Nobel entre señores encorbatados y, aún más, suecos; el que siguió fiel a sus viejos amigos, como Fidel Castro, cuando parece que pasaron de moda; el que cuando la guerra por Malvinas expuso su corazón caribe en contra de gurkas y gaiteros.
Si hay que hacer lo de siempre, una raya al pie de la sumatoria, porque llegó la hora de poner la última cifra de una vida, el resultado es nítido. Nunca le tocó el camino fácil, y cuando pudo tenerlo a sus pies pateó la alfombra roja de los próceres y prefirió ensuciarse en las calles.
Todos sabíamos que estaba enfermo, y que tal vez entretenía sus tardes recordando aquel marino náufrago entre tiburones, de cuando comenzaba a ser periodista, oficio del que nunca sintió vergüenza. Tal vez se tomaba su tiempo para irse. No era cuestión de apuro.
La tentación de la tristeza y la solemnidad porque este grande que se nos fue es enorme, pero no sería tanta si nos aferráramos a su alegría de vivir, esa jugosa vida que se le escapaba por entre las palabras, y que sigue viva en los libros. En sus libros, para nuestra alegría, sigue lloviendo torrencialmente, agua y sueños, sobre Macondo.
(Publicado en Miradas al Sur, 20 de abril 2014)
miércoles, 16 de abril de 2014
España, campos de concentración hoy
Durante los años que viví en España, doce, supe de los Centros de
Internación para Extranjeros, y también supe de un estado legal cercano al
Limbo. Sobre sus portales podría inscribirse lo que leyó Dante en su incursión
al Infierno de la mano de Virgilio: Lasciate ogni speranza oh voi che entrate.
Los grandes medios nunca hablan de ellos. Para
que no existan. Lo mismo que hicieron los bien pensantes respecto de los campos
de concentración en Francia, luego de la Guerra Civil en España, de los
campos de concentración nazis, durante la Segunda Guerra , o de los campos
de concentración soviéticos, hace un rato no más.
Los defensores de los Derechos Humanos tienen
que hacer milagros, para que los internados –que no son presos, que no son
nada- tengan derecho a los derechos básicos.
Encuentro esta nota de Enric
Llopis, un francotirador que ya había leído antes, y la pongo a correr, como la
puso a correr el portal Rebelión. ¿Por qué? Porque en Argentina los campos de
concentración y las capuchas siguen visitando nuestros sueños, y no los
queremos en ningún sitio, ni de noche ni de día.
La Nota:
Un vuelo de la compañía Air Europa fletado por el Ministerio del Interior, según denunciala
Campaña por el Cierre de los CIE, tenía previsto deportar el
martes 15 de abril a decenas de inmigrantes con destino a Mali, país azotado
por una guerra que está produciendo muertos y centenares de miles de
refugiados, tanto internos como hacia otros países. Una parte de los
deportados, añade la Campaña ,
son personas inmigrantes que han franqueado las alambradas de Ceuta y Melilla,
mientras que otros han sido previamente detenidos por la policía nacional en
redadas callejeras.
Un vuelo de la compañía Air Europa fletado por el Ministerio del Interior, según denuncia
En una nota informativa, la campaña por el cierre de los CIE
señala que agentes de la policía esposaron a 11 inmigrantes de nacionalidad
maliense en el Centro de Internamiento para Extranjeros de Zapadores (Valencia)
y se los llevaron del centro, sin que anteriormente se les hubiera comunicado la
deportación.
“Cansados de las deportaciones, de los operativos policiales por
sorpresa y de las diversas prácticas que quiebran psicológicamente a las
personas”, un grupo de internos inició anteayer una huelga de hambre, decidida
en asamblea (en un principio comenzaron la huelga todos los internos del CIE,
aunque desistieron la mayoría tras una conversación con el director).
Previamente redactaron una carta al responsable del CIE de Zapadores, que los
policías de la garita rompieron en pedazos. En el segundo intento, un grupo
mayor de internos llevó la carta al director del centro, quien todavía no ha
dado respuesta.
Las organizaciones sociales denuncian que las deportaciones de
realizan sin aviso previo y con escasa antelación. De ese modo, la policía evita
el establecimiento de medidas judiciales cautelares que pudieran frenar las
expulsiones. “Los policías tienen las leyes en sus manos en el CIE, y el juez
no existe”, añaden. Uno de los internos ha destacado a la Campaña que varios de sus
compañeros han sido deportados solos, aprovechando vuelos comerciales. Los
llevan a la parte trasera del avión “atados de pies y manos, con un bozal en la
boca y con camisa de fuerza”.
Estas afirmaciones se suman a las denuncias por las condiciones de
vida en el interior del CIE de Zapadores, que la asamblea califica de
“degradantes”. A los hombres no se les permite salir al servicio durante la
noche, por lo que se ven obligados a hacer sus necesidades en bolsas de basura
y botellas de plástico, y soportar los olores durante horas. Asimismo afirman
que los policías del CIE fomentan los conflictos y las peleas, incluso
encierran en la misma estancia a todas las personas en caso de reyertas.
El vuelo programado para el día 15 de abril se agrega a otro
realizado el 7 de marzo, también con destino a la capital de Mali –Bamako-, que
hizo escala antes en Lagos con el fin de deportar a personas de nacionalidad
nigeriana. La organización SOS racismo denunció que en el citado vuelo fueron
deportados dos menores malienses.
La portavoz de la
Campaña Cies No en Valencia, Ana Fornés, ha recordado que la
campaña contra los “vuelos de la vergüenza” se inició en septiembre-octubre de
2013, tras unas redadas que se produjeron en Asturias. “Los macrovuelos se
producen aproximadamente cada dos meses”, subraya.
Explica además el “ciclo de represión migratoria”, que comienza en
las fronteras, ya en el estado español continúa con la llamada
“buro-represión”, que consiste en las dificultades para obtener permiso de
trabajo y residencia, necesarios para la regularización. “Mucha gente está
perdiendo estos permisos con la crisis”, destaca Ana Fornés. El tercer paso del
ciclo represivo son las redadas en espacios públicos (la calle) o privados (en
locutorios o en la puerta de las casas). “Hemos detectado incluso cómo se
cambian citas de comparecencias en comisaría o en las oficinas de extranjería,
precisamente, para hacerlas coincidir con el momento previo a la salida de los
vuelos”. Las detenciones pueden terminar con el internamiento en un CIE y la deportación
al país de origen, aunque el ingreso en el centro de internamiento para
extranjeros no implica necesariamente la expulsión.
El pasado jueves 10 de abril la Campaña por el Cierre de los CIE también los
vuelos de deportación a Colombia y Ecuador de personas inmigrantes de los CIE
de Aluche (Madrid) y Zapadores (Valencia). En los meses anteriores se
produjeron dos vuelos de las mismas características a Colombia (11 de diciembre
y 25 de febrero). En el primero de ellos se expulsó a 91 personas, e hizo
escala en Ecuador.
El 12 de febrero se hicieron públicos dos nuevos “vuelos de la
vergüenza”. El primero de ellos partía de Madrid rumbo a Dakar, con decenas de
inmigrantes de nacionalidad senegalesa detenidos antes en redadas policiales.
Son vuelos que tienen lugar aproximadamente cada dos meses. El segundo vuelo
deportó a inmigrantes marroquíes desde Barcelona o Madrid. Después de aterrizar
en Jerez de la Frontera ,
se les condujo en autobús hasta Algeciras, y después en Ferry hasta Ceuta,
donde se les entregó a la policía de Marruecos. Entre diciembre y febrero este
procedimiento se repitió al menos en cinco ocasiones.
Uno de los vuelos a Marruecos se produjo el 16 de enero, y en el
mismo se procedió a la expulsión de 24 personas inmigrantes. Según informa el
periódico Diagonal, el procedimiento fue similar al de casos anteriores:
redadas y detenciones policiales en los días y horas previas, y un número de
agentes que casi doblaba al de personas deportadas. En el vuelo se utilizaron
esposas metálicas (prohibidas en el Protocolo para las Repatriaciones). Algunos
testimonios señalan el contraste entre la comida que se distribuía a los
policías en el avión, y la alimentación precaria a la que se sometía a los
deportados. Una de las personas inmigrantes, que se desmayó en el ferry rumbo a
Ceuta, quedó destatendida hasta que se recuperó por sí misma. Entre los
deportados se encontraba Aziz, miembro de la PAH de Girona, que participó junto a otros
activistas en la defensa del Bloc-Salt (desalojado en diciembre por los Mossos
d’Esquadra). La Brigada
de Extranjería aprovechó que Aziz tenía que presentarse el día 15 en Comisaría
para detenerlo y trasladarlo en automóvil a Madrid, denuncia la Campaña por el Cierre de
los CIE.
La presentación de un habeas corpus por parte de su abogado
interrumpió el traslado a Madrid a la altura de Tarragona. Aziz fue trasladado
a Girona a la espera de la resolución del juzgado de Instrucción número tres,
que finalmente rechazó el habeas corpus. Según informa Diagonal, “en torno a las
11 de la noche se lo llevaron en volandas y encapuchado cuatro uniformados. Un
coche camuflado lo sacó de la ciudad, escoltado por dos Mossos y dos policías
nacionales. Aziz tuvo que soportar insultos, amenazas y vejaciones. Tuvo que
soportar que un Mosso le escupiera en la cara en el coche camino de la
autopista. Allí les esperaba otro coche de la policía nacional, al que fue
trasladado”. Horas después, se encontró en el aeropuerto con sus 23
compatriotas.
Las empresas privadas colaboran y participan en los vuelos de
deportación. En un contrato formalizado el 1 de marzo de 2013, el gobierno de
España adjudicaba a Air Europa y Swiftair los “servicios de transporte aéreo de
pasajeros para el traslado de ciudadanos extranjeros y de los funcionarios
policiales encargados de su custodia entre diversos puntos del territorio
nacional, y desde estos a otros países”. El valor estimado del contrato
asciende a 24.200.000 euros, según publicó el BOE en su edición del 11 de marzo
de 2013.
Mientras, organizaciones sociales y personas a título individual
han impulsado una campaña de boicot a la compañía Air Europa, y la corporación
empresarial de la que forma parte, Globalia. Señalan que para poder llenar los
aviones de los vuelos programados, “hemos comprobado que la policía efectúa en
los días previos redadas racistas e incluso cita –con engaños- a comisaría a
las personas que están en situación irregular, y que son del país al cual se
dirige el vuelo, para poder detenerlas y expulsarlas”. ¿Qué ocurre en los
“vuelos de la vergüenza? Testimonios de personas deportadas cuentan cómo “son
maltratadas en los vuelos: horas de espera en el aeropuerto con vigilancia
intensiva; cacheos y desnudos integrales; bridas de plástico o esposas
metálicas en las muñecas; insultos racistas; golpes por pedir ir al baño y
palizas por tratar de resistirse a ser deportados”, denuncian las
organizaciones sociales.
Añaden que según el Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional (Artículo 7), el desplazamiento forzoso constituye un crimen de
lesa humanidad. El Artículo 19 de la
Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea
establece que se prohíben las expulsiones colectivas. Y el Convenio Europeo de
Derechos Humanos (Protocolo número 4) expresa que quedan prohibidas las
expulsiones colectivas de extranjeros. Como “racistas”, “ilegales” e Campos de
concentración en España, hoy.
Para reforzar esta información, pública pero soterrada porque lo
que no se ve no existe, este link al blog de Cristianismo i Justicia, con
información de Cáritas de España, organismo al que nadie puede acusar de
antisistema.
Ahora, una invitación. Pase esta nota. No es mucho. Más bien es
una mierda. Pero una mierda sobre otra pueden hacer una gran mierda, que
destape lo que huele aún peor, estos campos de concentración.
domingo, 13 de abril de 2014
Alcón, el hombre que fue Erdosain
Escribo esto en la redacción, como sorprendido
por lo inesperado, y no porque el final de Alfredo Alcón no fuera previsible,
sino porque uno preferiría que no hubiera sucedido, y por eso mismo no quería
pensarlo. Pero llegó y me toca. Tal vez porque en otra vida fui actor, malo,
muy malo, y Alcón era el número uno, aunque los infestados por Stanislavski
(bastante) y Grotowski (un poco menos) lo criticáramos de abajo por “falta de
método” y porque siempre tenía cara de torturado; hasta cuando sonreía. Aquella,
esa cara.
Creo, estoy convencido, que cuando se nos muere un tipo como Alcón, ocurre algo así como la primera lluvia sobre la tumba de un ser querido, un antes y un después, para mucha gente, incluso los más desamorados: periodistas y escritores. Una frontera, un corte en la línea del tiempo pautado por una cara. Y la mía, la que Alfredo Alcón me deja, es la de Erdosain. La que puso para la película de Leopoldo Torre Nilsson es una anécdota; la otra, la permanente, la que me dice que había nacido personaje de Roberto Arlt, es la que me queda, junto con el misterio. Porque todo actor es un misterio, una oscura caja de Pandora de la que pueden salir ángeles o demonios hechos, como describe Dashiell Hammett al Halcón Maltés, con la materia de los sueños.
Recuerdo. “Hago cine porque soy perezoso, y el director me dice qué tengo que hacer”, se justificaba Marcelo Mastroianni. “Puedo hacer cualquier personaje porque no tengo personalidad”, ha dicho el actor español Javier Bardem. “Me da un poco de miedo entrar al escenario, porque sé que va a pasar algo”, dijo alguna vez Alfredo Alcón.
Constato. Los grandes, en lo que sea, no necesitan hacer ruido ni vociferar “¡soy grande!”. Sencillamente son, y no pretenden explicar lo inexplicable. Porque nadie sabe (ni con “el método”) cómo y por qué alquimia se produce la magia de la actuación; cómo se abre la caja de Pandora. Tampoco los actores, que no son los dueños, pero sí los depositarios de la magia, que asoma a través de sus cuerpos.
Alfredo Alcón, para mí Erdosain, era un grande. Un hombre que, tal vez como Mastroianni o Bardem, se refugiaba en la distancia y la timidez. En una mirada que no exigía tributos, que hasta lo ruborizaban, porque no se creía importante. Por ejemplo:
Miguel Russo, compañero de redacción, me cuenta de su primera entrevista: Alfredo Alcón hacía (hace un par de décadas largas) Final de partida, de Samuel Beckett. Una entrevista accidentada, con Alcón en el mismo sillón de su personaje, Hamm, el viejo ciego que no puede estar de pie, pero con el grabador que no grabó nada. Entonces, después, enterado por el periodista aún verde, el actor dijo “poné lo que te acuerdes de Beckett”. Y, más tarde, cuando leyó la nota, con la misma distancia tanguera del que no está de vuelta porque sabe que siempre está de ida, concluyó: “Muy buena. Me gustaría haberlo dicho de esa manera”.
Tal vez Erdosain no estaba tan loco como los siete locos, sino que sufría un dolor viejo, me digo, y me refuto como excesivamente tanguero. La tortura interior arltiana que asomaba en un par de trazos en la frente de Alfredo Alcón seguirá siendo para mí parte del misterio. Y no me tienta la coartada voyeurista del periodismo para romper los sellos de lo que tiene que permanecer cerrado. El misterio, cuando existe como algo natural, debe ser respetado. Como el amor o el odio. ¿Para qué reducirlos a impulsos básicos, combustiones químicas o procesos psíquicos? Mejor pensar que el aire de primavera tiene ese qué sé yo, viste, y no que es H2O con un montón de esporas, polen y mohos que te llevarán de cabeza a una alergia llena de pañuelos mocosos. Mejor cerrar el laboratorio y escribir un poema, aunque sea a la bomba.
Al fin me voy haciendo cargo de su muerte, y me pregunto lo propio de todos los velorios, desde aquel primero en que alguien juntó a los deudos a tomar café, un licorcito y aguantar la noche: ¿Qué queda?
Rescato a Alcón en Un guapo del 900 y me lo veo como aquel hombre de la esquina rosada que, agonizando de puñalada, pide que le tapen la cara para que no lo deshonren los visajes de la muerte. Eso se llama respeto hacia uno mismo. Pero cuesta más el otro, el respeto de los otros. Y todo el mundo respetaba a Alfredo Alcón, aunque pueda parecer raro en un medio altamente competitivo. Todos los que trabajaron con él, en el cine, en la tele, en el teatro, atesoran como una joyita de su memoria la relación que establecía de respeto mutuo. El hombre (los que estaban cerca lo llamaban Alfredo, yo no me atrevo) nunca le puso el pie encima a nadie, jamás se colocó en estrella, siempre se asumió como un “laburante” de la escena. Un laburante, un compañero de trabajo dispuesto a dar lo mejor para que todos se luzcan. Suena raro, muy raro en este año 2014, nuevo milenio, en el que se hace real lo que dicen que dijo Andy Warhol, que cada uno tendrá sus cinco minutos de fama, aunque sea por tener dos narices por un error de cirugía.
En fin, que me voy haciendo cargo de que el viernes pasado murió Alfredo Alcón, y que fue de madrugada. Silenciosamente. Con la misma lejanía y falta de escándalo con la que vivió más de ochenta años. Sólo que soy escritor y no puedo evitarlo, tengo que armarle una historia, construirlo en el espacio virtual de la palabra.
Construyo. Era actor, y un actor siempre remite a un escenario, a una escenografía, a un espacio de tela y tiza pero más que real a la hora de los sueños compartidos. Y la escenografía de su muerte es grotesca. Como si la hubieran pensado y dibujado los hermanos Discépolo. Un país, éste, la Argentina, donde los grandes actores son desconocidos porque su lugar lo ocupan aparatos (machos o hembras, da igual) inflados a siliconas, que se venden (porque alguien los compra) como cantantes, bailarinas, actores, conductores de televisión, pastilleros, chocolateros, “entrepeneur”, relacionistas o grandes hermanos; con lo que terminamos en un pellizco de la letra de “Camuflaje”, del Enrique de los Discépolo: “Cualquier gato con tarjeta / se la da de gran señor”. ¡Qué mala suerte tener que morirse con este fondo de corso prostibulario que ningún Rufián Melancólico podría enaltecer por falta de misterio!
Al fin, lo que me queda es la bronca por los del circo de los monstruos. Los que llamo siliconados/as porque hasta el cerebro tienen operado. Los que no cantan “¿pero no ves, gilito embanderado / que la razón la tiene el de más guita? / ¿Que la honradez la venden al contado / y a la moral la dan por moneditas?”, como batía Discépolo, porque no se hacen autocríticas.
Triste, berreta este escenario discepoliano. Sobre todo porque no tiene misterio, está todo a la vista. O, dicho de otra manera, todo lo que hay es lo que se ve, porque debajo no hay nada. Las turras no son milonguitas y, a los turros, mejor ¡rajá, turrito, rajá!, para decirlo con voces de Roberto Arlt.
Cómo no se nos iba a morir Alfredo Alcón. Con esa compañía mejor tomarse el piro.
¿Erdosain? Erdosain. Alfredo Alcón fue un grande, y lo seguirá siendo cuando a los/las siliconados/as se les pase la edad o el lomo para ser gatos/os (no se usa el femenino) porque la cosecha nunca se acaba, y ya están haciendo cola los que todavía no piensan en cirugías.
Esta semana iré al teatro. A cualquier teatro. La obra es lo de menos. No me importará quién esté actuando, caminando el escenario, porque será la continuidad de actores, grandes actores, que pasaron por las tablas sin preguntarse demasiado por qué estaban ahí arriba. Seguramente, porque sabían que explicarlo les quitaría las ganas de vivirlo.
Iré al teatro para aspirar con los ojos cerrados ese olor particular que tienen los teatros. Y con los ojos cerrados, cuando los actores reciten sus personajes, pensaré en todos los que los precedieron. Una larga fila de demiurgos de la palabra y el gesto exacto, como Alfredo Alcón, el que se fue, silenciosamente, a las cinco en punto de la madrugada.
Creo, estoy convencido, que cuando se nos muere un tipo como Alcón, ocurre algo así como la primera lluvia sobre la tumba de un ser querido, un antes y un después, para mucha gente, incluso los más desamorados: periodistas y escritores. Una frontera, un corte en la línea del tiempo pautado por una cara. Y la mía, la que Alfredo Alcón me deja, es la de Erdosain. La que puso para la película de Leopoldo Torre Nilsson es una anécdota; la otra, la permanente, la que me dice que había nacido personaje de Roberto Arlt, es la que me queda, junto con el misterio. Porque todo actor es un misterio, una oscura caja de Pandora de la que pueden salir ángeles o demonios hechos, como describe Dashiell Hammett al Halcón Maltés, con la materia de los sueños.
Recuerdo. “Hago cine porque soy perezoso, y el director me dice qué tengo que hacer”, se justificaba Marcelo Mastroianni. “Puedo hacer cualquier personaje porque no tengo personalidad”, ha dicho el actor español Javier Bardem. “Me da un poco de miedo entrar al escenario, porque sé que va a pasar algo”, dijo alguna vez Alfredo Alcón.
Constato. Los grandes, en lo que sea, no necesitan hacer ruido ni vociferar “¡soy grande!”. Sencillamente son, y no pretenden explicar lo inexplicable. Porque nadie sabe (ni con “el método”) cómo y por qué alquimia se produce la magia de la actuación; cómo se abre la caja de Pandora. Tampoco los actores, que no son los dueños, pero sí los depositarios de la magia, que asoma a través de sus cuerpos.
Alfredo Alcón, para mí Erdosain, era un grande. Un hombre que, tal vez como Mastroianni o Bardem, se refugiaba en la distancia y la timidez. En una mirada que no exigía tributos, que hasta lo ruborizaban, porque no se creía importante. Por ejemplo:
Miguel Russo, compañero de redacción, me cuenta de su primera entrevista: Alfredo Alcón hacía (hace un par de décadas largas) Final de partida, de Samuel Beckett. Una entrevista accidentada, con Alcón en el mismo sillón de su personaje, Hamm, el viejo ciego que no puede estar de pie, pero con el grabador que no grabó nada. Entonces, después, enterado por el periodista aún verde, el actor dijo “poné lo que te acuerdes de Beckett”. Y, más tarde, cuando leyó la nota, con la misma distancia tanguera del que no está de vuelta porque sabe que siempre está de ida, concluyó: “Muy buena. Me gustaría haberlo dicho de esa manera”.
Tal vez Erdosain no estaba tan loco como los siete locos, sino que sufría un dolor viejo, me digo, y me refuto como excesivamente tanguero. La tortura interior arltiana que asomaba en un par de trazos en la frente de Alfredo Alcón seguirá siendo para mí parte del misterio. Y no me tienta la coartada voyeurista del periodismo para romper los sellos de lo que tiene que permanecer cerrado. El misterio, cuando existe como algo natural, debe ser respetado. Como el amor o el odio. ¿Para qué reducirlos a impulsos básicos, combustiones químicas o procesos psíquicos? Mejor pensar que el aire de primavera tiene ese qué sé yo, viste, y no que es H2O con un montón de esporas, polen y mohos que te llevarán de cabeza a una alergia llena de pañuelos mocosos. Mejor cerrar el laboratorio y escribir un poema, aunque sea a la bomba.
Al fin me voy haciendo cargo de su muerte, y me pregunto lo propio de todos los velorios, desde aquel primero en que alguien juntó a los deudos a tomar café, un licorcito y aguantar la noche: ¿Qué queda?
Rescato a Alcón en Un guapo del 900 y me lo veo como aquel hombre de la esquina rosada que, agonizando de puñalada, pide que le tapen la cara para que no lo deshonren los visajes de la muerte. Eso se llama respeto hacia uno mismo. Pero cuesta más el otro, el respeto de los otros. Y todo el mundo respetaba a Alfredo Alcón, aunque pueda parecer raro en un medio altamente competitivo. Todos los que trabajaron con él, en el cine, en la tele, en el teatro, atesoran como una joyita de su memoria la relación que establecía de respeto mutuo. El hombre (los que estaban cerca lo llamaban Alfredo, yo no me atrevo) nunca le puso el pie encima a nadie, jamás se colocó en estrella, siempre se asumió como un “laburante” de la escena. Un laburante, un compañero de trabajo dispuesto a dar lo mejor para que todos se luzcan. Suena raro, muy raro en este año 2014, nuevo milenio, en el que se hace real lo que dicen que dijo Andy Warhol, que cada uno tendrá sus cinco minutos de fama, aunque sea por tener dos narices por un error de cirugía.
En fin, que me voy haciendo cargo de que el viernes pasado murió Alfredo Alcón, y que fue de madrugada. Silenciosamente. Con la misma lejanía y falta de escándalo con la que vivió más de ochenta años. Sólo que soy escritor y no puedo evitarlo, tengo que armarle una historia, construirlo en el espacio virtual de la palabra.
Construyo. Era actor, y un actor siempre remite a un escenario, a una escenografía, a un espacio de tela y tiza pero más que real a la hora de los sueños compartidos. Y la escenografía de su muerte es grotesca. Como si la hubieran pensado y dibujado los hermanos Discépolo. Un país, éste, la Argentina, donde los grandes actores son desconocidos porque su lugar lo ocupan aparatos (machos o hembras, da igual) inflados a siliconas, que se venden (porque alguien los compra) como cantantes, bailarinas, actores, conductores de televisión, pastilleros, chocolateros, “entrepeneur”, relacionistas o grandes hermanos; con lo que terminamos en un pellizco de la letra de “Camuflaje”, del Enrique de los Discépolo: “Cualquier gato con tarjeta / se la da de gran señor”. ¡Qué mala suerte tener que morirse con este fondo de corso prostibulario que ningún Rufián Melancólico podría enaltecer por falta de misterio!
Al fin, lo que me queda es la bronca por los del circo de los monstruos. Los que llamo siliconados/as porque hasta el cerebro tienen operado. Los que no cantan “¿pero no ves, gilito embanderado / que la razón la tiene el de más guita? / ¿Que la honradez la venden al contado / y a la moral la dan por moneditas?”, como batía Discépolo, porque no se hacen autocríticas.
Triste, berreta este escenario discepoliano. Sobre todo porque no tiene misterio, está todo a la vista. O, dicho de otra manera, todo lo que hay es lo que se ve, porque debajo no hay nada. Las turras no son milonguitas y, a los turros, mejor ¡rajá, turrito, rajá!, para decirlo con voces de Roberto Arlt.
Cómo no se nos iba a morir Alfredo Alcón. Con esa compañía mejor tomarse el piro.
¿Erdosain? Erdosain. Alfredo Alcón fue un grande, y lo seguirá siendo cuando a los/las siliconados/as se les pase la edad o el lomo para ser gatos/os (no se usa el femenino) porque la cosecha nunca se acaba, y ya están haciendo cola los que todavía no piensan en cirugías.
Esta semana iré al teatro. A cualquier teatro. La obra es lo de menos. No me importará quién esté actuando, caminando el escenario, porque será la continuidad de actores, grandes actores, que pasaron por las tablas sin preguntarse demasiado por qué estaban ahí arriba. Seguramente, porque sabían que explicarlo les quitaría las ganas de vivirlo.
Iré al teatro para aspirar con los ojos cerrados ese olor particular que tienen los teatros. Y con los ojos cerrados, cuando los actores reciten sus personajes, pensaré en todos los que los precedieron. Una larga fila de demiurgos de la palabra y el gesto exacto, como Alfredo Alcón, el que se fue, silenciosamente, a las cinco en punto de la madrugada.
Año 7. Edición número 308. Domingo 13 de Abril
de 2014. (Miradas al Sur)
lunes, 7 de abril de 2014
Malvinas, la OTAN tan al sur que no se entiende
Por pedido de algunos lectores cuelgo acá algo un poco viejo,
pero que no perderá actualidad, porque los piratas siguen allí.
Año 7. Edición número 306. Domingo 30 de Marzo de 2014
Por
Raúl Argemí. Periodista
Fortaleza Malvinas
Para afirmar su potestad sobre Las Malvinas y,
de hecho, los mares aledaños, los británicos, con apoyo de EE.UU., han
construido en la Isla Soledad la gran base militar de Mount Pleasant (Monte
Agradable), la llamada Fortaleza Malvinas. Inaugurada en 1986, tiene una pista
de aterrizaje de 2.590 metros de longitud, que permite la operación de
transportes de tropas y blindados como los gigantes C-5, un puerto de aguas
profundas donde atracan submarinos convencionales y atómicos, e instalaciones
donde se albergan varios miles de efectivos militares y otros tantos
“contratistas”, figura de fantasía que encubre a mercenarios técnicos y
militares.
Ni la defensa de un puñado de civiles malvinenses, ni las supuestas operaciones contra el narcotráfico justifican tal despliegue de fuerzas, como no sea porque allí se entrenan contingentes de soldados que participan en las guerras de Gran Bretaña. También es inquietante la afirmación de los especialistas de que allí, en función de hipótesis bélicas que conducen a una nueva Guerra Fría, se almacenan explosivos nucleares.
Las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur son hoy una pieza importante en la estrategia global del imperialismo y particularmente en el accionar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), actualmente extendida por todo el planeta. Concretamente, integrada al sistema global de inteligencia y comunicación de la OTAN, es uno de sus enclaves mejor equipados y, lejos, el mayor en el hemisferio sur. Pero los británicos no están solos, porque su socio mayor en la OTAN es EE.UU., que comparte los servicios malvineros, en parte para sus bases sudamericanas del llamado Comando Sur, que se complementa con la resucitada IV Flota de Guerra de los Estados Unidos patrullando el litoral atlántico.
Un documento de 2008, el que define “La Estrategia del Comando Sur hacia 2018” deja clara la idea de que el sistema de seguridad a nivel continental debe garantizar al Pentágono la posibilidad de realizar operaciones en cualquiera de los países de la que consideran su “área de responsabilidad” y también en los que denominan “espacios neutrales”, es decir aguas internacionales, espacio aéreo, espacio cibernético. El Atlántico Sur es uno de ellos.
Con base compartida en las islas tiene el control del Atlántico sur, de las rutas que unen América con África, la conexión el continente Antártico, y el paso al Pacífico por el Estrecho de Magallanes y el Pasaje de Drake. ¿Qué está en juego? Los campos petroleros marítimos descubiertos recientemente en Brasil, sus equivalentes en el mar continental argentino y las riquezas pesqueras de la Patagonia.
Ni la defensa de un puñado de civiles malvinenses, ni las supuestas operaciones contra el narcotráfico justifican tal despliegue de fuerzas, como no sea porque allí se entrenan contingentes de soldados que participan en las guerras de Gran Bretaña. También es inquietante la afirmación de los especialistas de que allí, en función de hipótesis bélicas que conducen a una nueva Guerra Fría, se almacenan explosivos nucleares.
Las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur son hoy una pieza importante en la estrategia global del imperialismo y particularmente en el accionar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), actualmente extendida por todo el planeta. Concretamente, integrada al sistema global de inteligencia y comunicación de la OTAN, es uno de sus enclaves mejor equipados y, lejos, el mayor en el hemisferio sur. Pero los británicos no están solos, porque su socio mayor en la OTAN es EE.UU., que comparte los servicios malvineros, en parte para sus bases sudamericanas del llamado Comando Sur, que se complementa con la resucitada IV Flota de Guerra de los Estados Unidos patrullando el litoral atlántico.
Un documento de 2008, el que define “La Estrategia del Comando Sur hacia 2018” deja clara la idea de que el sistema de seguridad a nivel continental debe garantizar al Pentágono la posibilidad de realizar operaciones en cualquiera de los países de la que consideran su “área de responsabilidad” y también en los que denominan “espacios neutrales”, es decir aguas internacionales, espacio aéreo, espacio cibernético. El Atlántico Sur es uno de ellos.
Con base compartida en las islas tiene el control del Atlántico sur, de las rutas que unen América con África, la conexión el continente Antártico, y el paso al Pacífico por el Estrecho de Magallanes y el Pasaje de Drake. ¿Qué está en juego? Los campos petroleros marítimos descubiertos recientemente en Brasil, sus equivalentes en el mar continental argentino y las riquezas pesqueras de la Patagonia.
Arma por arma. La Fortaleza Malvinas cuenta oficialmente con unos 1.500
efectivos, de los cuales residen en forma permanente algo más de 500 y los
otros mil son parte de contingentes rotativos que llegan para un entrenamiento
de combate que puede durar desde un mes y medio hasta cuatro meses, antes de
seguir viaje hacia Irak o Afganistán. Teniendo en cuenta que los “kelpers”
civiles son 2.800, sin incluir los civiles de la base, uno de cada tres
habitantes de Malvinas es militar.
Una observación de la base y un rastreo de documentos oficiales señalarán que este emprendimiento, que costó 1200 millones de dólares, merece ser depositario del orgullo de la Corona de la OTAN y de la Unión Europea, que avala el avance sobre todos los territorios que entran en su interés, extendiendo Europa hasta Tierra del Fuego. La amplitud de las pistas y las instalaciones de la base la han convertido en la mejor equipada de América del Sur. Secundariamente, su ubicación en Monte Agradable ha convertido a esa ciudad –Mount Pleasant– en la segunda en importancia en el archipiélago.
De acuerdo con la información que no se puede ocultar a los observadores internacionales, en la base militar hay cuatro zonas acondicionadas para aeronaves, con 50 hangares normales, siete reforzados y estacionamientos de naves subterráneos. En la Fortaleza Malvinas pueden operar simultáneamente más de 80 aviones de combate y unos 20 cisternas o transportes, porque tiene dos pistas de aterrizaje. Una de 2.590 metros y la otra de 1.525 metros, aptas las dos para las operaciones de transporte y combate.
En la actualidad en la base han reemplazado cuatro de los Panavia Tornado F3 –que entraron en combate en Irak/1991– de la escuadrilla 1435, por otros tantos Eurofighter Typhoon, el caza bombardeo más letal y moderno del mundo. Con el Typhoon se puede volar hasta muy adentro del territorio argentino y desde allí disparar misiles con un alcance de 700 kilómetros. Esa unidad de combate se complementa con otra, la 1312, que tiene un Hércules C-3 y un cisterna VC-10. Luego, la unidad 1564 tiene dos helicópteros de rescate Sea King HAR.3 y un helicóptero CH-47 Chinook, para transporte de tropa.
Por el lado del mar, Monte Agradable cuenta con el puerto de aguas profundas Mare Harbour, donde ancla la flota británica e invitados. Allí las fuerzas británicas alternan al HMS Clyde, el HMS Montrose, el HMS Dauntless, cuentan con el destructor HMS Edimburg, además de buques de patrullaje, cañones de artillería de 105 milímetros, y sistemas integrados de misiles y radares Rappier FSC/Dagger. También, desde el año pasado, cuentan con el submarino HMS Talent, con propulsión de energía atómica y misiles crucero Tomahawk que le dan un alcance de fuego de 2.000 kilómetros de alcance.
Lo ya dicho, ni los pocos malvinenses decididamente probritánicos que viven allí, ni la supuesta hostilidad de una imaginaria Argentina belicista que podría volver a invadir las Malvinas, ni cualquiera de las razones tipo guerra contra el terrorismo o el narcotráfico, dos fantasmas inasibles, explican un despliegue de fuerzas tan desproporcionado. Lo cierto es que, gracias a esta movida, la Falkland Island Company (FIC) pasó de administrar campos de ovejas a ser un poderoso aparato económico multirrubro, y los isleños pueden alimentar sus noches al calor del fuego de turba, recordando que el príncipe Guillermo, uno de los herederos de la Corona, cae por allí de tanto en tanto llevado por sus obligaciones militares.
Una observación de la base y un rastreo de documentos oficiales señalarán que este emprendimiento, que costó 1200 millones de dólares, merece ser depositario del orgullo de la Corona de la OTAN y de la Unión Europea, que avala el avance sobre todos los territorios que entran en su interés, extendiendo Europa hasta Tierra del Fuego. La amplitud de las pistas y las instalaciones de la base la han convertido en la mejor equipada de América del Sur. Secundariamente, su ubicación en Monte Agradable ha convertido a esa ciudad –Mount Pleasant– en la segunda en importancia en el archipiélago.
De acuerdo con la información que no se puede ocultar a los observadores internacionales, en la base militar hay cuatro zonas acondicionadas para aeronaves, con 50 hangares normales, siete reforzados y estacionamientos de naves subterráneos. En la Fortaleza Malvinas pueden operar simultáneamente más de 80 aviones de combate y unos 20 cisternas o transportes, porque tiene dos pistas de aterrizaje. Una de 2.590 metros y la otra de 1.525 metros, aptas las dos para las operaciones de transporte y combate.
En la actualidad en la base han reemplazado cuatro de los Panavia Tornado F3 –que entraron en combate en Irak/1991– de la escuadrilla 1435, por otros tantos Eurofighter Typhoon, el caza bombardeo más letal y moderno del mundo. Con el Typhoon se puede volar hasta muy adentro del territorio argentino y desde allí disparar misiles con un alcance de 700 kilómetros. Esa unidad de combate se complementa con otra, la 1312, que tiene un Hércules C-3 y un cisterna VC-10. Luego, la unidad 1564 tiene dos helicópteros de rescate Sea King HAR.3 y un helicóptero CH-47 Chinook, para transporte de tropa.
Por el lado del mar, Monte Agradable cuenta con el puerto de aguas profundas Mare Harbour, donde ancla la flota británica e invitados. Allí las fuerzas británicas alternan al HMS Clyde, el HMS Montrose, el HMS Dauntless, cuentan con el destructor HMS Edimburg, además de buques de patrullaje, cañones de artillería de 105 milímetros, y sistemas integrados de misiles y radares Rappier FSC/Dagger. También, desde el año pasado, cuentan con el submarino HMS Talent, con propulsión de energía atómica y misiles crucero Tomahawk que le dan un alcance de fuego de 2.000 kilómetros de alcance.
Lo ya dicho, ni los pocos malvinenses decididamente probritánicos que viven allí, ni la supuesta hostilidad de una imaginaria Argentina belicista que podría volver a invadir las Malvinas, ni cualquiera de las razones tipo guerra contra el terrorismo o el narcotráfico, dos fantasmas inasibles, explican un despliegue de fuerzas tan desproporcionado. Lo cierto es que, gracias a esta movida, la Falkland Island Company (FIC) pasó de administrar campos de ovejas a ser un poderoso aparato económico multirrubro, y los isleños pueden alimentar sus noches al calor del fuego de turba, recordando que el príncipe Guillermo, uno de los herederos de la Corona, cae por allí de tanto en tanto llevado por sus obligaciones militares.
sábado, 5 de abril de 2014
MH370 ¿El terrorismo ataca otra vez?
Imaginemos que primero se caza una mariposa o, pongamos que un avión. Vamos, es un juego. Jugamos
a recortar figuritas. ¿Por qué? Para mí porque llueve. Usted ya verá.
Juguemos
a armar un monstruito. Un disparate. Una quimera. Eso, una quimera.
“Fui tomado como rehén por
personal militar que no se identificó luego que mi vuelo fuera secuestrado.
Trabajo para IBM y logré esconder mi teléfono celular durante el secuestro, fui
separado del resto de los pasajeros y estoy dentro de una celda. Me llamo
Philip Wood. No puedo pensar bien, creo que he sido drogado”, decía el supuesto
mensaje subido a la red.”
Corre
por la red como mensaje de Philip Wood, empleado de IBM y pasajero
del avión malayo. Dicen que las coordenadas de este mensaje son las de DiegoGarcía, base de EEUU.
¿Isla? Recorto. La isla Diego García es un atolón del Archipiélago de Chagos, situado en el Territorio Británico del Océano Índico (BIOT. La isla alberga una base militar estadounidense. Las instalaciones incluyen un aeropuerto, hangares, áreas técnicas, viviendas y otras infraestructuras civiles y un puerto de aguas profundas.
En 1966, el gobierno británico expulsó por la fuerza a toda la población nativa (unos 1800 habitantes) con objeto de alquilar Diego García a Estados Unidos. Como condición previa EE.UU exigió al gobierno británico “sanear” las islas de su población nativa y animales, o sea expulsar a los nativos.
A pesar de que el Tribunal Supremo
británico sentenció que la expulsión fue ilegal y que la población tiene
derecho a regresar, los distintos gobiernos británicos se han negado a cumplir
la sentencia.
Sigo
recortando. Tal vez logre una quimera.
Dicen:
Philip Woods afirma en su perfil de Linkedin que trabaja en IBM, pero en la web
de la compañía su nombre no figura.
Los
británicos cumplieron su parte. En 1968, Gran Bretaña comenzó a impedir el
retorno de los chagosianos que se habían ido para recibir tratamiento médico o
disfrutar de unas vacaciones, abandonándoles a su suerte.
La embajadora argentina ante el Reino Unido, Alicia Castro
señaló que Colin Robert, próximo gobernador de Malvinas, fue el responsable de que más
de 2.000 personas fueran expulsadas de su hogar, la isla Diego García, para
permitir una base militar de Estados Unidos. “Desde entonces, los chagosianos,
que viven en la pobreza y dispersados en distintas partes del mundo, reclaman
su derecho a regresar a su territorio y hogares”, explicó.
Castro
expresó que cables filtrados por WikiLeaks demostraron que Roberts, entonces
director para Territorios de Ultramar de la Cancillería británica, fue quien
"fabuló la estrategia". El documento prueba que Roberts le dijo a un
funcionario de la embajada de Estados Unidos en Londres que "el
establecimiento de una reserva marina podría ser la forma más eficaz a largo
plazo para evitar que los antiguos habitantes o descendientes de Chagos logren
un reasentamiento".
Atento
recorto. “Reserva marina”. Naufragio. Primero las tortugas que los niños. Es justo, joden menos la paciencia.
En
1971 el almirante de la Armada de EEUU Elmo Zumwalt emitió un memorándum con
solo tres palabras: ‘Absolutely must go’ (Definitivamente, deben irse)”.
Recorto…
Los
británicos, con la ayuda del cuerpo de ingenieros de la Marina de EEUU,
organizaron una cacería de los perros domésticos de los isleños, les rociaron
con gas y los quemaron en contenedores de carga sellados. Luego ordenaron que
el resto de los chagosianos fueran introducidos en barcos de carga. Durante las
deportaciones, que tuvieron lugar en varias fases hasta mayo de 1973, la
mayoría de los chagosianos dormían en las bodegas de los barcos, sobre guano
(cagada de aves). Los caballos valiosos permanecían en cubierta. Al final
del viaje de cinco días, los vómitos, los orines y los excrementos estaban por
todas partes.
Al
llegar a Isla Mauricio y las Seychelles, los chagosianos fueron literalmente
abandonados en los muelles. No tenían casa, ni trabajo y apenas algo de dinero,
pero no recibieron ninguna ayuda para su reasentamiento.
Las
evidencias indican que la CIA ha estado utilizando como prisión secreta para
sospechosos de pertenecer a al-Qaeda. Los EEUU indican que si permiten su
regreso a los isleños, éstos presentarían un “riesgo inaceptable” para su base.
Solamente han reconocido que en 2002 hubo dos vuelos que transportaron a un
único detenido destinado a Diego García. El senador suizo Dick Marty entregó
información al Consejo de Europa sobre la utilización de la isla como prisión
secreta de Estados Unidos, para procesarlos y después mandarlos a Guantánamo.
No
sé si esto del mensaje no falso desde acá al infinito. Sí sé que quien lo
hiciera merece un aplauso. No podría haberlo hecho mejor. No podía haber
elegido un sitio más oscuro que la isla donde esconden sus miserias británicos
y norteamericanos. ¿OTAN? También, por supuesto. Atención de la casa para los
amigos del club del imperio compartido.
COROLARIO:
Si un ser que tiene cabeza, patas y cola de perro es un perro… un ser que tiene
cabeza de león, cola de serpiente, silencios de isla siniestra, aviones fantasmas
y mensajes que no pueden ser posibles, es una quimera.
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Raúl Argemí,
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