martes, 20 de mayo de 2014

Arturo Jauretche, internacional


Por estos días una fecha más o menos redonda nos trae a la memoria a un intelectual combativo, de trinchera, como fue Arturo Jauretche, de quién se puede decir como sus "viudas" decían de Gardel, que cada día escribe mejor. Pero no quiero hacer una recordación con cenotafio incluido, sino compartir el momento en que Jauretche se me hizo internacional. Eso sucedió en Macomer, Cerdeña, Italia, hace cuatro o cinco años.
Comenzaba la crisis económica en Europa y Lorenzo Ribaldi, de La Nuova Frontiera decidió publicar la que era mi reciente novela en España, “La última caravana”. Un grotesco que compacta en año y medio el desastre neoliberal del menemismo y el quiebre simbolizado por “el corralito” con el gobierno delarruista. En Italia su título fue “L' ultima carovana della Patagonia”.
Aún faltaba un par de años para que el término “corralito” se instalara en el vocabulario italiano y español, cuando me invitaron a una feria del libro en Macomer, una ciudad del norte de Cerdeña. Y ahora viene Jauretche.
Terminaba una entrevista con un medio local cuando se acercó un hombre de mediana edad con un pibe de tal vez diez años. Traía en la mano L' ultima carovana della Patagonia”, como suele suceder, para que el autor se lo firme. Pero fue más que eso.
Con esa enjundia tan italiana que uno liga con Alberto Sordi, Vittorio Gassman o Ugo Tognazzi, el hombre me aclaró que había viajado 450 kilómetros para que su hijo me conociera, porque ¡a Cerdeña no viene García Márquez, pero viene “Aryemi”!
De golpe, como suele sucedernos en Italia, me encontraba en medio de una comedia “tana” en la que la desmesura es la regla. Y parte de la desmesura era que el hombre tenía subrayada media novela, y me colocaba en una categoría compartida con semidioses, genios y gurues, porque había narrado lo que era el presente y el futuro de Italia: ¡¡El corralito!! (Con acento italo/sardo suena muy dramático.)
Pero lo que me dejó dado vuelta es que sacó de su faltriquera un cuaderno, y me mostró lo que había encontrado y copiado de Internet. Un párrafo donde Arturo Jauretche, hace una ponchada de años, había pronosticado el futuro que le esperaba a Argentina a manos del capitalismo. Un desastre que se había cumplido.
-¡Era muy grande este hombre! (traduzco) ¡Igual que en Italia, igual que en Italia! ¡Muy grande Jauretche!
De golpe descubría que Arturo Jauretche seguía dando guerra y que su trinchera no tenía fronteras.
En esa feria el corralito grotesco de L' ultima carovana della Patagonia” se vendió muy bien. Los italianos lo querían leer para adelantarse el futuro que les esperaba a la vuelta de la esquina.
Esa noche, compartiendo un vino con Lorenzo Ribaldi, me plantee más o menos seriamente si no me convenía más ser gurú que escritor. Creo que siempre me voy a arrepentir de no haber cambiado de oficio.

jueves, 15 de mayo de 2014

Consejos mafiosos para tener a mano


Luis Ferrante



Luis Ferrante fue parte de la Cosa Nostra -miembro del clan Gambino- hasta que, en ocho años de cárcel, se transformó en escritor, razón suficiente para que sienta por él cierta simpatía.
Leyendo muchas horas por día todo lo que podía conseguir fue descubriendo los paralelismos entre la organización mafiosa para delinquir y el mundo empresarial. Consecuencia: se retiró del mundo del delito y se convirtió en asesor de empresarios y otras aves semejantes. (Habrán visto que no dije aves de presa.)
Su último libro en castellano se titula APRENDA DE LA MAFIA- Para alcanzar el éxito en su empresa (legal)
Resultan interesantes las comparaciones que hace entre el mundo delictivo y el legal. Copio un fragmento en que el paralelo tiene que ver con las conductas, para no decir la ética, que suena tan solemne.
“Los bancos embargan las casas y echan a sus ocupantes a la calle. El sheriff local tramita la orden de apremio, cierra las puertas y expulsa a la familia. Apuesto a que cualquier padre que haya pasado por eso preferiría tratar con nosotros. Puede que le rompan un par de huesos, que le pongan un ojo morado, pero por muy grande que sea la deuda, conservas tu casa.
Seamos sinceros: los mafiosos son egoístas, interesados, pero lo mismo les sucede a los hombres de negocios. Los mafiosos pueden matar incluso a los suyos, pero a los demás no se les molesta. Los empresarios, los bancos y las agencias de tarjetas de crédito abusan de todo el mundo”.
Otro párrafo que recorto, en lo que va camino de ser mi Biblia, también refiere a la conducta de las empresas:
“Durante el Holocausto, las empresas alemanas compitieron por conseguir contratos para la construcción del equipo necesario para asesinar y liquidar a todo un segmento de la población europea.
Una empresa diseñó un depósito caliente para hacer jabón. Las instrucciones para conseguir los mejores resultados recomendaban seis kilos de grasa humana, diez litros de agua y medio kilo de sosa cáustica… todo puesto a hervir durante dos o tres horas y luego dejar enfriar.
Eso hace que la Merkel parezca una monjita al lado de ellos”.

El libro de Luis Ferrante está mechado por citas. Citas de mafiosos, de jueces, de Oscar Wilde, de Aristófanes, Frank Sinatra, el mariscal Montgomery y Hunter S. Thompson, entre otros, que demuestran sus ocho años de lectura entre rejas. Una de ellas y su dueño:

“Sólo soy un hombre de negocios que le da a la gente lo que quiere”, Al Capone. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Miseria en estado puro



La pobreza no es linda, es sucia y dura. Hay que mirarla desde afuera para verla con simpatía. La pobreza es como un bicho, como una enfermedad incurable que avanza comiéndose el cuerpo y, lo peor de todo, la cabeza. Porque la pobreza, como la sífilis, termina adueñándose hasta del mundo de los sueños para convertirlo en locura, en infamia, en miseria.
Tal vez la comparación suene exagerada cuando se la remite al hecho que dispara esta posdata: en Valencia un partido de ultraderecha reparte comida a los hambrientos que tengan documentos españoles. Sólo a los que acrediten ser españoles.
Tengo buenos amigos de Valencia. Amigos asfixiados por una crisis económica que beneficia a los bancos y las grandes fortunas, haciendo trizas la vida del resto. Como en toda España. Y no los imagino negando su mano a un inmigrante, aunque signifique compartir su último pan. Cuando eso suceda ya mi mundo no tendrá sentido.
No me alcanzan las razones esgrimidas por los negadores de ayuda en nombre de un miserable “primero los españoles”. Tengo presente que en España todos se precian de ser cristianos. Implícitamente hasta los ateos. ¿Entonces?
Entonces, tal vez la pobreza es un bicho. Una enfermedad que comienza con hambre y termina convirtiéndonos en miserables tan alejados de lo humano. Porque importan poco, valen nada, las procesiones y las velas a los santos cuando alguien abandona a su semejante –sí, su prójimo- porque es negro, musulmán, moro o sudaca.
Me temo que habrá quién diga: mirá cómo son los españoles. Error. Esta gente dejó hace rato de ser española, valenciana, o cómo quiera llamarse. La pobreza -¿fue la pobreza?- los ha convertido en lo que son, miseria. Miseria en estado puro.
(Publicado el domingo 11/5/2014 en “Posdatas” (Miradas al Sur)