martes, 3 de junio de 2014

Mesa de Arena para un rey nuevo


Si yo fuera asesor del Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, le aconsejaría una sola cosa, una jugada ganadora: el mismo día que asuma como Rey de España debería anunciar un plebiscito vinculante para que los españoles decidan si continúa la monarquía o se cambia por una república.
El resultado a favor de la continuidad monárquica sería aplastante. ¿Por qué? Maquiavelo lo explicaría mejor que yo, pero voy a intentarlo bajando a ras de tierra las especulaciones ideológico/filosóficas para hacer algo así como una “Mesa de Arena”, esa geografía reducida en que los militares traman sus estrategias.
Si el nuevo rey abre el juego a una votación sobre su continuidad demuestra que es “moderno”, “amplio de miras” y respetuoso de la voluntad popular. ¿Se puede decir lo mismo de los representantes históricos de las mayorías políticas? No. Un punto a su favor.
Puesta en marcha esa jugada solo habría que dejar que las aguas sigan su curso natural. Es decir que la derecha de todos los pelajes saque a relucir los tiempos de inestabilidad de la Segunda República y el peligro de caos que significa resucitarla.
¿Qué no se trata de resucitar la Segunda República sino de fundar una nueva? El histórico dirigente Julio Anguita quiere creer que esto es posible. Que hay tiempo para discutir y decidir. Un tiempo tan corto que obliga a elaborar ya mismo la nueva etapa.
Justamente, si el nuevo rey llama de inmediato a un plebiscito ese tiempo posible desaparece. La monarquía quedaría afirmada por los próximos 30 años, por lo menos.
La aceptación de la llamada Transición creo una costumbre: no mirar atrás, olvidar los malos ratos en función de un futuro promisorio. Los muertos que siguen enterrados en las cunetas después de uno de los genocidios más bestia de la Historia, lo demuestran. Y a eso hay que sumarle otro componente instalado en el imaginario colectivo: la monarquía significa estabilidad, porque los gobiernos pasan pero la monarquía queda.
Vincular estabilidad con bienestar económico ya es un error, y muy grande. Vincular monarquía con bienestar económico y estabilidad es irracional, una apelación a la magia.
Pero la magia, la irracionalidad es la base desde la cuál se vota en cualquier elección política. Y no es necesario haber leído a Maquiavelo para saberlo, salta a la vista en la construcción de cualquier campaña política.
Por ejemplo el reciente caso de Podemos. El movimiento que consiguió cinco escaños en el Parlamento Europeo es una intención. Una, me parece, buena y honesta intención, pero estoy seguro de que la mayoría de sus votantes nunca leyeron su plataforma programática. Eso pocas veces sucede. Los votantes de Podemos también han votado una intención y un líder carismático, como si votaran por la vuelta de los Reyes Magos, sin que esto sea una descalificación: nunca se vota de otra manera.
Dicho lo cuál vuelvo al nuevo rey. Joven, con un pasado poco revuelto, con una familia cercana de diez puntos para mostrar en las fotos, si convocara a un plebiscito se haría dueño de la pelota y los que piden una república perderían por goleada. Pero tiene que hacerlo pronto, no puede regalarles tiempo.
Ya saben, si esto sucede, quien fue el padre de la idea. ¡Bueno, bah, otro a quién se le ocurrió la idea!. ¡Qué te voy a cobrar Felipe, pagate una cerveza!
Posdata: Como Maquiavelo, yo no hago la realidad, solo la comento.

5 comentarios:

  1. muy bueno raúl. Lo que no aclarás, porque con toda seguridad es imposible comprenderlo, es el por qué de los españoles para apoyar a una monarquía. Nosotros, los argies, contamos con una historia republicana costosa y ellos no. ¿Será entonces que el propio sistema educativo es el responsable de la construcción de monarquistas ciegos y tontos? flaco

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    1. Flaco, el sistema educativo, pese a que a algunos educadores les guste pensar lo contrario, no hace otra cosa que integrar al sistema ciudadanos funcionales. Lo que precede es el sistema mismo. La transición española instaló en el imaginario general la idea de que monarquía es estabilidad. No son ajenos a eso los partidos de la izquierda. Más, a la derecha española la monarquía le interesa mientras sea útil para sus intereses, fuera de eso, nada. Fue la izquierda, la dirigencia del PC y el PS de España quienes buscaron el apoyo de Juan de Borbón y los suyos para desalojar a Franco restaurando la monarquía. Eso sucedía mientras sus bases construían el maqui francés y luchaban contra los alemanes desde los pirineos, soñando con invadir su país para reimplantar la república. Adolfo Suárez y Felipe González, con la colaboración de Carrillo, timonearon una transición desmovilizadora, implantando el olvido del pasado, algo que sin duda encontró tierra muy fértil, porque la mayoría de los españoles no quiere ni oír hablar de la República. Estaban muy felices con el destape, y se conformaron mucho alcohol y bastante falopa; al menos los que hoy están llegando a los 50 años.
      Julio Anguita propone elaborar una propuesta. Tarde. Tuvieron 38 años para hacerlo y nunca, jamás, en los 12 que pasé en España, escuché a ningún dirigente de izquierda reivindicando la República, como no fuera para asumir el mérito de haber renunciado a sus banderas por el bien de todos. Hoy, algunos de esos, los siempre callados servidores del Estado y el trono, como Cayo Lara, capo del PC, sacan la cabeza pidiendo un plebiscito, porque gente que perdió la paciencia y dispara con lo que tiene a mano, agita banderas republicanas en las plazas. Es más coherente el PSOE, que apoya la continuidad monárquica. El PC español primero debería hacerse cargo de que su dirigente prócer, Carrillo, vendió la República por un plato de lentejas.
      NO HAY UN PARTIDO REPUBLICANO, dicho con mayúsculas. El reciente “Podemos” es un movimiento con buenas intenciones, pero mejor que no se meta con este tema o terminará disperso en el viento como papel picado.
      A la hora de votar nadie te ve. A la hora de votar, el voto es siempre conservador. Ya están las cosas bastante jodidas en España como para que alguien, además, agregue “la inestabilidad”.
      Los que agitan hoy banderas republicanas hacen bastante ruido, me provocan simpatía, pero son muy pocos. Pesan más los que no están en las plazas, los que no son monárquicos, pero votarán por la seguridad; por la continuidad de lo conocido.
      Hay dos frases comunes en España que me crispan los huevos: “Es lo que hay” y “Es lo que toca”. Esa será la base ideológica de los resultados de un plebiscito. Por eso sugiero, sentado sobre mi cinismo, que Felipe llame cuanto antes a esa consulta. El resultado está cantado.
      Un abrazo enorme.

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  2. Flaco, el sistema educativo, pese a que a algunos educadores les guste pensar lo contrario, no hace otra cosa que integrar al sistema ciudadanos funcionales. Lo que precede es el sistema mismo. La transición española instaló en el imaginario general la idea de que monarquía es estabilidad. No son ajenos a eso los partidos de la izquierda. Más, a la derecha española la monarquía le interesa mientras sea útil para sus intereses, fuera de eso, nada. Fue la izquierda, la dirigencia del PC y el PS de España quienes buscaron el apoyo de Juan de Borbón y los suyos para desalojar a Franco restaurando la monarquía. Eso sucedía mientras sus bases construían el maqui francés y luchaban contra los alemanes desde los pirineos, soñando con invadir su país para reimplantar la república. Adolfo Suárez y Felipe González, con la colaboración de Carrillo, timonearon una transición desmovilizadora, implantando el olvido del pasado, algo que sin duda encontró tierra muy fértil, porque la mayoría de los españoles no quiere ni oír hablar de la República. Estaban muy felices con el destape, y se conformaron mucho alcohol y bastante falopa; al menos los que hoy están llegando a los 50 años.
    Julio Anguita propone elaborar una propuesta. Tarde. Tuvieron 38 años para hacerlo y nunca, jamás, en los 12 que pasé en España, escuché a ningún dirigente de izquierda reivindicando la República, como no fuera para asumir el mérito de haber renunciado a sus banderas por el bien de todos. Hoy, algunos de esos, los siempre callados servidores del Estado y el trono, como Cayo Lara, capo del PC, sacan la cabeza pidiendo un plebiscito, porque gente que perdió la paciencia y dispara con lo que tiene a mano, agita banderas republicanas en las plazas. Es más coherente el PSOE, que apoya la continuidad monárquica. El PC español primero debería hacerse cargo de que su dirigente prócer, Carrillo, vendió la República por un plato de lentejas.
    NO HAY UN PARTIDO REPUBLICANO, dicho con mayúsculas. El reciente “Podemos” es un movimiento con buenas intenciones, pero mejor que no se meta con este tema o terminará disperso en el viento como papel picado.
    A la hora de votar nadie te ve. A la hora de votar, el voto es siempre conservador. Ya están las cosas bastante jodidas en España como para que alguien, además, agregue “la inestabilidad”.
    Los que agitan hoy banderas republicanas hacen bastante ruido, me provocan simpatía, pero son muy pocos. Pesan más los que no están en las plazas, los que no son monárquicos, pero votarán por la seguridad; por la continuidad de lo conocido.
    Hay dos frases comunes en España que me crispan los huevos: “Es lo que hay” y “Es lo que toca”. Esa será la base ideológica de los resultados de un plebiscito. Por eso sugiero, sentado sobre mi cinismo, que Felipe llame cuanto antes a esa consulta. El resultado está cantado.
    Un abrazo enorme.

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  3. Aquí se trata de que todo siga atado y bien atado, como lo dejó el Caudillo. Y lo está, no sé por qué se ponen tan nerviosos. A los de "Podemos" les están dando desde todas partes, desde la derecha y desde la supuesta izquierda.
    En cuanto al referéndum, como no lo van a convocar, por lo menos nos ahorramos el espectáculo vomitivo de su mayoría aplastante.
    Un fuerte abrazo, desde España.

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    1. Me temo que es muy cierto eso de "bien atado". Supongo que deberíamos preocuparnos de que nos hayan instalado en la cabeza ideas que no sí si no nos perjudican. Tal como si nos hubieran hecho uno de esos famosos "lavados" de idem. Lo peor es que pocas veces nos damos cuenta de que nuestras ideas no son nuestras. Y ¡ojo! que me incluyo en la generalidad. Un abrazo.

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